Donde el miedo y el misterio tienen una cita
En algunas regiones del mundo existen construcciones que parecen sacadas de viejas estampas, de leyendas donde tuvieron protagonismo personajes aguerridos, pasionales, violentos, y ciertamente, visionarios. Su edificación sobrevive al paso del tiempo mostrando al mundo el férreo espíritu de sus creadores; por ello hoy, en sus espacios y pasillos se percibe la atmósfera de sus habitantes.
Una de estas fortalezas es el castillo de Orava, uno de los sitios más visitados en 2016. Levantado en lo alto de un acantilado rocoso a 112 metros de altura sobre el sinuoso río Orava, y escondido entre los frondosos árboles. Es uno de los alcázares medievales mejor conservados, construido en el siglo XIII. El “Nido del águila” como se le conoce por la ubicación que guarda dentro del paisaje, se ubica en Eslovaquia, en Europa Central, teniendo como límites, al norte Polonia, al este Ucrania, al sur Hungría, al oeste Austria y al noroeste la República Checa.
Su larga historia comienza con una serie de cuarteles militares construidos de madera, que se levantaron tras la invasión de los mongoles en 1241, con el objetivo de proteger lo que entonces era el Reino de Hungría. Siete siglos más tarde, aún siguen en pie, pero fueron reconstruidos como un magnífico castillo neogótico de 154 habitaciones. Tanto el exterior como el interior de la fortaleza llevan elementos de la arquitectura románica, gótica, renacentista, barroca e incluso contemporánea.
En ese entonces, ocupó la posición de fortín del condado con la sede de la administración que controlaba casi toda la región de Orava.
Desde su primera mención en 1267, la historia del castillo revela el patrón de ese entonces debido a las guerras: construcción, destrucción, reconstrucción, incendios, varios propietarios y disputas territoriales.
El magnate minero de la familia Thurzo, se hizo cargo a mediados del siglo XVI del castillo de Orava, siendo responsable de una gran cantidad de trabajos de reconstrucción, aunque su aspecto actual se finalizó hasta 1611. En 1800 la fortificación se vio envuelta en uno de los muchos incendios que sufrió, después de lo cual no se utilizó como residencia. Posteriormente, tras un período de dilapidación y la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en monumento nacional.
Cabe destacar que su vistoso exterior se usó como set para filmar el castillo de Transilvania del Conde Orlok en la película muda de 1922, Nosferatu, que trata sobre un vampiro que atormenta a los pobladores.
Origen oscuro
Circula una leyenda sobre su origen que refiere que, mientras navegaba por el río Orava, un noble llamado Marek queda impactado por la altura de la roca, así que se dijo que tendría que levantar un castillo en ese lugar a toda costa, aunque tuviera que pedir ayuda al mismo diablo. Entonces, al invocarlo, apareció Lucifer, quien le hizo el ofrecimiento de edificarlo en sólo siete días, con la única condición de que le entregara su alma al cumplir 77 años de edad.
Marek, un tanto incrédulo aceptó la propuesta y muy pronto comenzó a ver los avances en la construcción. El séptimo día, la edificación estaba casi terminada, así que el hombre muy temeroso se percató de que el pacto con el demonio era cierto; se arrodilló y comenzó a rezar, esto, mientras el diablo subía con la última roca que tenía que colocar.
Dios, quien observaba la escena, se conmovió de Marek, así que hizo que un gallo cantara anunciando el amanecer del octavo día.
De esta manera, el demonio perdió la apuesta, se enfureció y con gran violencia arrojó la roca, que quedó incrustada en el acantilado, por lo cuál ésta también es conocida como la Roca de Marek.
Esta historia tiende a alimentar aún más el mito acerca del castillo y su tétrica fama, que le convierte en un atractivo turístico a toda prueba; de ahí que además de su antigüedad, conserva una colección de objetos vetustos que refuerzan su atmósfera, como son los textiles funerarios renacentistas de las criptas y un impresionante anillo con diamantes, también de esta época.
Hogar de Nosferatu
En 1921, el director Friedrich Wilhelm Murnau filmó la cinta muda Nosferatu, una sinfonía del horror basada en la novela Drácula, de Bram Stoker, de la cual deseaba adquirir los derechos, pero como no los obtuvo, decidió filmar su propia versión, cambiando algunos detalles de la historia, así como los nombres de los personajes. La edificación representaba al castillo de Transilvania, pero, en lugar de pertenecer al conde Drácula, se trataba del conde Graf Orlok.
La famosa cinta, que fue estrenada en 1922 representó la estética del expresionismo alemán, corriente artística que surgió al finalizar el siglo XIX y en los primeros años del XX, como respuesta a las tendencias que existían en Europa desde el Renacimiento, y que dominó las artes plásticas, la música, la literatura y por supuesto, el cine. Pero, además, estuvo determinada por la atmósfera de la posguerra, que después de un tiempo, trató de rescatar la producción local cinematográfica, dándole margen a los creadores para exteriorizar sus emociones, que pretendían ser un reflejo de la realidad.
En Nosferatu, eine Symphonie des Grauens (su título original), Wilhelm Murnau trata de expresar su subjetividad respetando la realidad mundanal, recurriendo para ello a escenarios naturales, consiguiendo darle veracidad a su fantástica historia; además empleó el acelerado y el ralentí, adicionalmente de la película negativa para acentuar el cambio del mundo real al ultrarreal.
Cabe decir que, Florence Balcombe, viuda de Bram Stoker, demandó a la productora del filme con los abogados de la Sociedad Británica de Autores, exigiendo no sólo una compensación económica por la infracción de derechos, sino también pidió que se destruyeran todas las copias. Pese a que el estreno se realizó de forma fastuosa, Balcombe ganó el juicio y el tribunal dictaminó que se destruyeran las cintas. La versión que hoy podemos apreciar se debe en parte a aquellas que, antes de la demanda, ya se habían distribuido en otros países y que vieron la luz después de la muerte de Balcombe.
Nosferatu en Eslovaquia
En el año 1838 en la ciudad de Wisborg, en Alemania, Hutter, el ayudante de un notario llamado Knock, se traslada al castillo en Transilvania, ubicado en los montes Cárpatos, con la intención de acordar su venta de manera directa con su dueño, quien es precisamente Orlok. En el solitario lugar es recibido por este macabro y extraño personaje, quien le da alojamiento en una de las habitaciones. Después de pasar la noche ahí, Hutter se despierta y nota que en su cuello hay marcas de colmillos, sin embargo, considera que pueden ser picaduras de moscos. Esta desmedida confianza le lleva a cerrar el trato con el conde, pues no conoce su verdadera personalidad, así que empieza a vivir la peor de sus pesadillas.
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