El gusto por estos deportes rudos puede ser controversial, al ser una especie de referencia a los enfrentamientos sangrientos como los que contemplaba extasiado el pueblo de la antigua Roma. En aquella época, eran de gran atractivo los espectáculos en los que participaban los gladiadores, quienes luchaban jugándose la vida para entretener a las masas. Desde entonces, se evidencia el gusto del ser humano por este tipo de exhibiciones, aunque vale decir que no es una cuestión generalizada la de ser espectadores de combates violentos.
Por otra parte, el antiquísimo deporte del boxeo va aún más atrás en la línea del tiempo; las evidencias más antiguas datan de alrededor del año 3000 a. C., en Egipto.
El combate como deporte
Los llamados deportes de combate siempre han tenido aficionados y detractores. En algunos casos, el contacto entre los dos contendientes es más cuidado por las reglas establecidas, y eso permite evitar lesiones graves; mientras que, en otros, existe una mayor rudeza y permisividad, lo que ha culminado, incluso, en la muerte de los practicantes.
Hay una gran lista de deportes de combate, incluyendo la lucha libre, lucha grecorromana, la práctica deportiva de artes marciales, como karate, taekwondo y judo, así como el esgrima, el boxeo y el combate de artes marciales mixtas.
En el caso de las artes marciales mixtas, se ha experimentado una gran expansión en los últimos años, pues la fiereza de las peleas supera lo que, hasta ahora, se había visto, al menos, en forma totalmente abierta y legal. Una de las organizaciones que más réditos ha logrado es la llamada Ultimate Fighting Championship (UFC).
Existen numerosas reglas para evitar calamidades en el ring octagonal de la UFC, prohibiendo conductas, como golpear con la cabeza, morder, agredir las partes íntimas, la columna vertebral o atrás de la cabeza, asestar golpes a la garganta, pisar la cabeza del oponente en el suelo o atacarlo durante un receso. A pesar de ello, los competidores suelen salir bastante maltrechos.
El riesgo y el precio
¿Cuál es el peligro? El dinero que ganan estos luchadores por dar y recibir tan tremendas golpizas tiene un costo muy alto: lesiones en los ojos, las rodillas, los huesos... en fin.
Un artículo de ESPN da cuenta de los problemas de salud física, psicológica y mental que sufren muchos viejos peleadores, sobre todo, al verse ante el declive de su carrera y al enfrentar las cuentas que cobra el organismo después del estilo de vida al que se le sometió. Cita ejemplos, con nombre y apellido, de combatientes de la UFC: Josh Neer fue arrestado por conducir ebrio y eludir a la policía; Jon Koppenhaver golpeó a un hombre en el exterior de un club nocturno hasta dejarlo inconsciente, entre otros crímenes; Mirko “Cro Cop” Filipovic declaró que tenía deseos de ahorcarse después de ser derrotado; Mike Guymon se salvó de morir gracias a que su esposa le arrebató el arma cuando él pensaba suicidarse, suerte que no tuvo Justin Levens, quien terminó con su vida después de asesinar a su esposa, de acuerdo con las investigaciones policiales. Asimismo, Jeremy Williams se disparó dentro de su automóvil y Evan Tanner se adentró en el desierto y, después de un tiempo, fue encontrado sin vida.
Para que sucedan estos hechos desafortunados, mucho debe influir el que los peleadores sientan una presión emocional enorme, a lo que se suma el daño físico. Y eso se debe a que sus ingresos dependen del desempeño que muestren en los 15 o 25 minutos que pelean, dos o tres veces al año. No se permiten errores: los ganadores ven las cifras de sus cheques en ascenso, pero nadie paga a los luchadores mediocres.
La lucha libre, más circo que combate
La lucha libre ha visto un crecimiento de sus bonos en los últimos años. La afición se multiplica y las opciones de mercado se diversifican. Siendo más espectáculo que combate real, la lucha libre es vista, incluso, por niños, y su mercadotecnia es más amplia en cuanto a los sectores que ataca. Y no por ello deja de ser peligrosa, pues los que practican este tipo de deporte, si así se le puede llamar, son verdaderos acróbatas, que, en su “circo, maroma y teatro”, pueden salir muy lastimados; hay casos de luchadores que han perdido la vida cuando fallan en sus arriesgados lances y acrobacias aéreas. De hecho, en 2015, acaeció el lamentable deceso de un famoso luchador mexicano conocido el Hijo del Perro Aguayo.
Más arriesgado resulta cuando los fanáticos imitan a estos cirqueros consumados y pretenden copiar sus “hazañas”.
Boxeo, deporte añejo
El boxeo se practica desde épocas muy antiguas. Muy conocido es este estilo de combate, en el que únicamente está permitido intercambiar puñetazos y que, por lo mismo, requiere mayor técnica, tanto para conectar como para evadir los ataques del oponente.
Ya desde los Juegos Olímpicos que se disputaban en la antigua Grecia, se practicaba el boxeo, que fue incluido a fines del siglo VII a. C. En estos evetos, se usaban correas de cuero para cubrir las manos y antebrazos de los combatientes, como medio de protección.
En 1867, esta disciplina comenzó a evolucionar, para parecerse más a la forma en la que se le conoce actualmente. Se creó el Amateur Athletic Club y se organizaron los primeros campeonatos de boxeo amateur de la historia, estableciéndose por primera vez tres categorías de peso: ligero, mediano y pesado.
De igual forma, se introdujo un reglamento, con 12 puntos, conocido como las Reglas de Queensberry, que derivaría en el boxeo moderno. Dichas normas estipulaban el uso de guantes por parte de los púgiles; una duración de tres minutos por cada round, con un minuto de descanso entre ellos; la cuenta de 10 segundos al boxeador caído y la prohibición de sujetar, empujar o abrazar al contrincante.
Este deporte, también, ha tenido fatalidades en su historia, muchas veces, causadas por lesiones severas a nivel cerebral. Los daños que el boxeador ignora o mantiene en secreto tienen gran asociación con las muertes durante y después de las peleas. El riesgo cerebral es inminente aun cuando el peleador utiliza protector de cabeza. En ocasiones, ya existe un deterioro en el tejido cerebral antes de que venga un nuevo combate, lo que se evidencia por cefaleas, mareo, náuseas, pérdida de la memoria o alteraciones del equilibrio.
¿Por qué nos gusta este tipo de deporte?
El porqué de esta afición, quizá, es un asunto arraigado en lo más profundo del subconsciente. Con respecto a la agresividad, se ha planteado una hipótesis en torno a sus causas orgánicas, que señala que los niveles bajos de serotonina y altos de testosterona en el sistema nervioso central tienen un efecto importante sobre los mecanismos neurológicos relacionados con la expresión de la conducta agresiva. Parece que la testosterona puede modular la actividad de los receptores serotonérgicos en una forma que afecta directamente a la agresividad, el temor y la ansiedad. Pero aún no está claro cómo es que funciona la agresividad en el cerebro.
Profesionales de la psicología han descubierto que los deportes de contacto tienen mayor auge en los países en los que es más escaso el contacto físico, incluso, entre familiares. Por otro lado, se afirma que las disciplinas de combate son recomendables para gente tímida, pero no para los agresivos, que pueden salirse de control.
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