Con el paso de los siglos, la indumentaria que utilizan los doctores, principalmente como protección sanitaria, ha caracterizado su representación artística, es decir que, bajo cualquier medio, es indispensable reproducir la totalidad de su atuendo o algún mínimo elemento de éste para personificarlos. El mayor ejemplo puede observarse a partir del siglo XVII, cuando Charles de Lorme, un médico francés que atendía a la realeza de ese entonces, describió y estandarizó la imagen de los médicos especializados en la peste negra.
En ese momento, la silueta del llamado il dottore della peste, con especial relevancia en la máscara que portaban, entró al mundo alegórico, ya que ahora no sólo reflejaba el aspecto que tenían, ligado al conocimiento que había en la época, sino que además evidenciaba el carácter que estos individuos debían poseer, para encarar los efectos de la pandemia de peste bubónica más asoladora que ha existido. Por consiguiente, se fue formando el arquetipo del médico de la peste que todavía reconocemos, aquél de matices siniestros, que Italia convirtió en un personaje básico de la commedia dell’arte, llevado al carnaval y, posteriormente, a ser uno de los disfraces actuales más populares.
El recuerdo que ha perdurado, está representado por la figura del médico que porta un enorme abrigo de cuero de cabra, engrasado con cera aromática; guantes y botas también de cuero; sombrero de ala ancha; un bastón para examinar a los enfermos desde cierta distancia y, lo más emblemático, una máscara con fisonomía de pájaro que cubría por completo la cabeza. Ésta incluía cristales para proteger los ojos y, al interior del pico de 15 centímetros, contenía una mezcla farmacéutica de 55 hierbas, llamada triaca, que tenía la finalidad de neutralizar los olores del aire contaminado para mantener a salvo a los médicos de la peste; por eso, en la parte superior, cerca de las fosas nasales, se encontraban dos orificios que permitían respirar, de manera que el aire se mezclaba con el olor de las hierbas antes de ser aspirado.
Esa imagen ya de por sí tétrica, se reforzó con sus actividades y sus circunstancias; puesto que, así como atendían a los enfermos, realizaban autopsias y registraban las últimas voluntades de sus pacientes, por ello no podían interactuar con nadie más, aunque hacían visitas médicas en cualquier horario; de acuerdo a eso, es muy probable que se tratara de individuos solitarios, que además no descansaban.
En relación con ese escenario funesto, la máscara del médico de la peste es equiparable a la mirada escondida del médico actual, que asimismo tiene un efecto deshumanizante, ya que al ver el traje de protección, aún siendo éste un punto de seguridad, el paciente deja de reconocerse como persona y entonces se concibe como un vector de enfermedad, algo que a pesar del contacto directo marca una distancia y convierte a quien esté tras la mascarilla quirúrgica en un individuo irreconocible, por tanto lejano e indiferente, a pesar del estado de peligro en el que se está poniendo a voluntad, para salvar la vida de unpaciente que sí es extraño para él.
Ese efecto perturbador e insólito es el que ha sido explotado en los últimos años, a través de la representación del médico actual, quien porta un traje contra materiales peligrosos, conocido como hazmat suit o como equipo de protección personal (EPP), cuyo diseño tuvo sus primeras versiones médicas en la década de los 90, con el fin de utilizarse frente a los brotes del virus del Ébola.
A partir de ahí, los trajes de protección representan la amenaza que significa una enfermedad, junto a un porte casi militar que evoca peligro y posible muerte, por lo que la imagen del personal clínico uniformado, ahora también simboliza guerra y actos de valentía. Por estas razones, en 2015, un equipo de la Universidad Johns Hopkins rediseñó el famoso overol médico, con el objetivo de disminuir el riesgo de contagio al retirarlo, pero buscando la manera en que el rostro y en especial la mirada fueran más visibles, por ende, más reconfortantes para el paciente.
En la pandemia por coronavirus, el matiz visual del médico que está tomando relevancia, va sobre el reconocimiento de su profesión; no obstante, su imagen está siendo más asequible al público en general, el cual también se ha protegido con este tipo de indumentaria. Como consecuencia y tal como sucedió con el médico de la peste, el hazmat suit se ha convertido en un símbolo de nuestro tiempo y, sin dudarlo, a futuro será un ícono importante para representar lo ocurrido.
Comments