En las últimas décadas, el sobrepeso y la obesidad se han vuelto cada vez más comunes en todo el mundo. En 2008, mil 400 millones de personas mayores de 20 años tenían sobrepeso, y más de 200 millones de hombres y alrededor de 300 millones de mujeres eran obesos, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Asimismo, esta misma entidad determina que la obesidad y el sobrepeso son la quinta causa de muerte en el mundo, con, aproximadamente, 2.8 millones de muertes al año.
La obesidad posee una etiología multifactorial, ya que comprende una compleja interacción entre la genética y los factores ambientales, incluida la inactividad física.
La variedad y disponibilidad de alimentos de alta densidad energética, el tamaño de las porciones, el consumo de bebidas calóricas, la mejora de las propiedades organolépticas de los alimentos y el cambio general en el patrón de ingesta de alimentos están relacionados con un aumento de la ingesta energética. Sin embargo, también, se ha sugerido que una ingesta elevada de carbohidratos, en particular, los simples o refinados, aumenta el riesgo de desarrollar algunas enfermedades, como síndrome metabólico, obesidad y diabetes mellitus tipo 2, las cuales elevan significativamente la glucemia posprandial.
A raíz de lo mencionado anteriormente, han surgido numerosas recomendaciones de dietas terapéuticas, y con el fin de limitar el aumento de la incidencia de la obesidad, se han modificado algunas dietas actuales, que, inicialmente, fueron diseñadas para tratar otras enfermedades, dando lugar a terapias más efectivas.
Un ejemplo de estas sugerencias de terapia dietética son las dietas bajas en carbohidratos, también llamadas cetogénicas, cuyo consumo diario de carbohidratos suele ser inferior a 50 o 60 gramos. Estas dietas han despertado interés, porque parecen no tener efectos negativos y están relacionadas con una rápida pérdida de peso. También, tienen beneficios adicionales, como ser más efectivas que las dietas tradicionales bajas en calorías. Sin embargo, algunas características de estas dietas –como la cantidad adecuada de carbohidratos para inducir la cetosis y el impacto del alto consumo de lípidos en el riesgo cardiovascular– no están completamente descritas.
Sin embargo, investigadores del Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (GERO), en Chile, demostraron que la dieta cetogénica cíclica mejora la memoria en ratones mayores.
El objetivo principal del estudio fue alimentar a ratones de edad avanzada, con una comida convencional, una vez a la semana, además de una dieta rica en grasas y baja en carbohidratos. Durante un período de cuatro meses, la potenciación a largo plazo de los ratones comprendió un proceso importante para el aprendizaje y la memoria, así como también para la memoria de trabajo.
Asimismo, se ha encontrado que la dieta cetogénica mejora la salud y la memoria de los ratones que envejecen; además, con este tipo de estudios se puede comenzar a analizar otro tipo de animales envejecidos y mejorar la salud cerebral, pues los cambios comienzan a ser relativamente rápidos. La dieta cetogénica tiene amplios beneficios sobre la función cerebral y proporciona un mecanismo de acción que ofrece una estrategia para el mantenimiento y mejoría de la memoria durante el envejecimiento.
Hace algunas décadas, otros estudios determinaron que las ratas que consumían menos comida vivían más; ahora, con este estudio, se puede determinar que la esperanza de vida no se trata específicamente de comer menos, sino que, en realidad, está asociada a las señales de las células que activan y desactivan vías específicas en respuesta a los nutrientes disponibles; dichas vías se relacionan con el envejecimiento, como el control de recambio y el metabolismo de las proteínas. Tales señales incluyen los cuerpos cetónicos, los cuales consisten en acetoacetato, β-hidroxibutirato, y, en menor medida, acetona. Estas moléculas son generadas por el hígado e incrementan cuando hay baja cantidad de glucosa, ya sea por una restricción calórica, por ejercicio intenso o la baja ingesta de carbohidratos, como en el caso de una dieta cetogénica.
El objetivo del estudio actual era determinar qué aspecto de la dieta cetogénica estaba funcionando y cómo cambiaba la estructura del cerebro a nivel molecular para mejorar la memoria. En los ratones que siguieron una dieta cetogénica, la composición energética era de 90 % de grasa y 10 % de proteína; en los ratones que siguieron una dieta de control, la composición energética era de 13 % de grasa y 10 % de proteína. Para evitar que los ratones de prueba comieran en exceso y se volvieran obesos, se les dio una semana de dieta cetogénica y una semana de dieta de control. Los ratones de prueba de edad avanzada fueron seleccionados con más de dos años de vida.
Los beneficios de la dieta cetogénica fueron demostrados mediante estudios neurofisiológicos y de comportamiento de los ratones, en donde se demostró qué tan bien funcionan los mecanismos involucrados en la generación, el almacenamiento y la recuperación de la memoria en animales de edad avanzada. Además, se logró identificar que la dieta cetogénica tiene efectos favorables en el funcionamiento de las sinapsis responsables de la memoria, sobre todo, en las proteínas de la región del hipocampo.
Adicionalmente, algunas otras pruebas indicaron que, en las sinapsis, la dieta cetogénica activaba una vía de señalización particular mediante la proteína quinasa A, la cual es fundamental para la actividad de las sinapsis. En células aisladas, los cuerpos cetónicos desempeñan un papel crucial tanto como fuente de energía, así como molécula de señalización.
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