En esta edición, continuamos con nuestro recorrido por la Avenida Paseo de la Reforma, donde conoceremos los detalles sobre dos de las glorietas más emblemáticas: la de la Palma y la del Ángel de la Independencia; ambas, con muchos cambios en el transcurso de los años.
Glorieta de la Palma (la glorieta de Niza)
Fue la segunda que se hizo en el Paseo de la Reforma, después de la del Caballito, pues estaba incluida en el proyecto inicial de los ingenieros Louis Bolland y Ferdinand von Rosenzweig, en 1864, exactamente al centro del trazo original del Paseo, desde su construcción, en 1865.
La distancia entre lo que fue el centro de la glorieta del Caballito y el punto donde inicia el camino que asciende al Castillo de Chapultepec es de 3.51 kilómetros, y la localización de la glorieta de Niza está, aproximadamente, en el punto medio del trayecto.
Estaba dedicada a Miguel Hidalgo para –junto con el monumento de la Victoria alada– conmemorar el primer centenario de la Independencia de México; sin embargo, nunca se hizo y, ahí, se quedó una palma, desde 1910, cuando se inauguró la Columna de la Independencia.
Se caracteriza por nunca haber albergado algún monumento al centro de ella y se ubica a la altura de las calles de Río Rhin y Niza. En una de las esquinas y frente a ella, se encuentra, hoy en día, el imponente complejo de rascacielos que forman el corazón financiero de nuestro país, denominado como Centro Bursátil.
Infortunadamente, la palmera se enfermó y tuvo que ser retirada el domingo 24 de abril del presente año, para trasladarla al Vivero Nezahualcóyotl, en la alcaldía Xochimilco, donde será revisada y sometida a un tratamiento, por especialistas en el cuidado de los árboles, de la Secretaría del Medio Ambiente; luego, se iniciarán los preparativos para que sea replantada.
En su lugar, el 24 de mayo, se plantó un ahuehuete, de 20 años de edad y 12 metros de alto, procedente de Nuevo León, por lo que, ahora, es conocida como Glorieta del Ahuehuete.
Glorieta de la Columna de la Independencia
El Monumento a la Independencia es uno de los elementos más emblemáticos de la Ciudad de México. Está situado en la glorieta más importante de todas las existentes en el Paseo de la Reforma; también, es la mayor, con un diámetro aproximado de 200 metros.
El propósito de la obra era que la Ciudad de México contara con un monumento que conservara la memoria de los héroes que nos dieron patria. Se venía planeando desde los primeros años después de finalizada la guerra independentista, pero, entre los conflictos armados del siglo XIX y la precaria situación económica de México, se aplazó porque no había presupuesto para proyectos de esta magnitud.
Originalmente, se consideró al zócalo como el mejor lugar para levantar el monumento, pero, desde 1886 —ya bajo el gobierno de Porfirio Díaz—, se contempló colocarlo en Paseo de la Reforma, una de las avenidas más relevantes de la capital, que conectaba varias colonias de renombre en ese entonces. La Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas fue designada, en 1891, para gestionar el proyecto, y la primera piedra se colocó en 1902.
El responsable de la obra fue el arquitecto mexicano Antonio Rivas Mercado, el encargado de las estatuas y los bajorrelieves fue el escultor italiano Enrique Alciati, mientras que la obra civil corrió a cargo del ingeniero Roberto Gayol.
Para 1906, la columna del monumento ya se elevaba más de 20 metros sobre el nivel de la calle, pero ésta comenzaba a inclinarse hacia uno de sus lados, lo que culminó con un eventual derrumbe que obligó a detener la obra y a reconsiderar su construcción. Las evaluaciones realizadas por una comisión de especialistas dictaminaron que estaba mal planeada desde sus cimientos, de manera que no hubo más remedio que demolerla por completo.
Después de remover los avances del monumento, se hicieron estudios de suelo, se replanteó la estrategia de cimentación y el proyecto se reanudó. La columna comenzó a levantarse nuevamente en junio de 1907, con un sistema de pilotes de hormigón bastante revolucionario para la época, que ha mantenido la ha mantenido en su lugar por más de 100 años.
El monumento fue inaugurado el 16 de septiembre de 1910, por el entonces presidente, Porfirio Díaz, para celebrar el primer centenario de la Independencia de México.
En lo más alto de la columna, a 45 metros por encima de Paseo de la Reforma, se ubica una escultura neoclásica, de casi siete metros de altura y con un peso de siete toneladas, conocida como ‘El Ángel’; sin embargo, en realidad, es una representación de la diosa griega Niké, referida también como Victoria alada, en la mitología romana. Es de bronce, hueca y está bañada en oro de 24 quilates; sostiene, en lo alto, con la mano derecha, una corona de laurel, y con la izquierda, una cadena de eslabones rotos, en representación a la liberación del dominio español.
Según los griegos, Niké fue importante en la guerra entre los titanes y los dioses olímpicos, donde participó como cuadriguera principal de estos últimos, quienes resultaron triunfantes. Recorría los campos de batalla, retribuyendo a los guerreros victoriosos, con fama y gloria, mismas que repartía en forma de hojas de laurel, las cuales, comúnmente, aparecen en las representaciones de esta deidad. Su recompensa fue la protección eterna de Zeus, quien le prometió mantenerla cerca de él; esta es la razón por la que aparece sentada en el Monte Olimpo, junto al también conocido como "padre de los dioses y hombres".
Después de la caída de Grecia ante el Imperio romano, Niké fue nombrada Victoria. Los griegos la adoraban porque creían que ella podía hacerlos inmortales, además de dotarlos con mayor fuerza y velocidad para triunfar en todas sus actividades.
La escultura más conocida de Niké a nivel mundial es la Victoria alada de Samotracia, una de las obras más notorias del Museo del Louvre, en París.
No se sabe quién fue la modelo inmortalizada como la Victoria alada en el monumento mexicano, pero se menciona que pudo ser una secretaria de Porfirio Díaz, llamada Ana María Mazadiego Fernández, o bien, Ernesta Robles, una mujer que conquistó a Enrique Alciati en un salón de baile de la Ciudad de México. Alicia Rivas Mercado, una de las hijas del arquitecto a cargo de la obra, aparece en la columna, como parte de un relieve en la puerta de hierro por la que se entra al recinto.
En el lado suroriente de la columna, se encuentran los nombres de Iturbide y Allende; en el surponiente, los de Galeana y Mier y Terán; al norponiente, los de Victoria y Rayón; y en el nororiente, los de Matamoros y Aldama.
En la parte superior del pedestal, hay un grupo de esculturas, llamado Apoteosis del Padre de la Patria, con figuras simbólicas, como la Musa de la Historia, La Patria y la de Miguel Hidalgo, quien se encuentra parado, levantando la bandera nacional. Las estatuas de bronce y mármol fueron fundidas en Florencia.
El pedestal, que tiene base cuadrada, posee, en los extremos, cuatro estatuas, que corresponden a José María Morelos, Francisco Xavier Mina, Nicolás Bravo y Vicente Guerrero.
En la fachada, está una placa de mármol, que dice: "La nación a los héroes de la independencia”. En el descanso del primer cuerpo del pedestal, se encuentra la escultura de un león, conducido por un niño, que simbolizan la fuerza y la inteligencia, respectivamente. En los extremos, hay cuatro pedestales, donde se sienta La Paz, La Guerra, La Justicia y La Ley. Y bajo estos personajes, están los nombres de las 24 personas que hicieron posible la independencia:
· Los precursores: Melchor de Talamantes, Francisco Primo de Verdad y Ramos, y Marqués de San Juan de Rayas.
· Los consumadores: Pedro Ascencio, José Joaquín de Herrera y Miguel Barragán.
· Los caudillos: Mariano Jiménez, Leonardo Bravo y Pedro Moreno.
· Los guerrilleros: Encarnación Ortiz "El Pachón", Víctor Rosales y José Antonio Torres.
· Los escritores: Servando Teresa de Mier Noriega y Guerra, Joaquín Fernández de Lizardi y Carlos María Bustamante.
· Los congresistas: José María Cos, José María Liceaga y Andrés Quintana Roo.
· Las heroínas: Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario Fernández de San Salvador, Mariana Rodríguez del Toro de Lazarín.
· Los conspiradores: José Mariano de Michelana, Epigmenio González y Antonio Ferrer.
En 1929, se crearon tres nichos para albergar los restos de célebres personajes mexicanos, como Vicente Guerrero, Ignacio Allende y Juan Aldama, entre otros, que venían desde la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México y de otras ciudades del país. Además de estas urnas, se encuentra la estatua de Guillén de Lampart, el irlandés que quiso adueñarse de la Nueva España. El Ángel de la Independencia, en ese entonces, funcionaba también como un mausoleo. En su interior, fue colocado un cofre dorado, con el acta de Independencia y unas monedas de la época.
Inicialmente, el monumento estaba emplazado sobre nueve escalones, pero tuvieron que adicionarse 17, para estabilizarlo. Su altura total, contando las gradas, es de 94.66 metros.
La caída
La madrugada del domingo 28 de julio de 1957, un terremoto de 7.8 grados en la escala de Richter sacudió el centro de México. Debido a ello, la estatua del Ángel cayó de su columna, quedando tirada sobre la base, sin cabeza y sin brazos. Todo el monumento requirió de labores de remodelación, incluyendo la escalinata interior de piedra, que se sustituyó por una de metal, y la Victoria alada, que fue reconstruida. Este hecho hizo que la gente se refiriera a aquel movimiento telúrico como el ‘Terremoto del Ángel’.
El monumento fue reinaugurado durante las fiestas patrias de 1958. La cabeza del antiguo Ángel se encuentra en la entrada del Archivo Histórico de la Ciudad de México, y, aún, pueden verse los golpes y magulladuras que le dejó el impacto de la caída.
El Ángel se elevó con los años
Con el paso del tiempo y los constantes sismos, el Paseo de la Reforma se hunde unos centímetros cada año, pero los cimientos del monumento han hecho que toda la estructura se mantenga en su sitio.
En 1986, México fue sede del Mundial de Futbol, y como parte de las obras para embellecer a la capital, se construyeron 17 nuevos escalones al monumento, para compensar los tres metros que su base se había separado del suelo, en menos de 100 años de existencia. Esto lo favoreció estéticamente, ya que el montículo que lo eleva sobre Reforma, hoy, es mucho más vistoso que cuando se encontraba a nivel de calle.
Actualmente, cuenta con un mirador privilegiado, al que los visitantes pueden acceder, subiendo 200 escalones, en grupos no mayores de seis personas. Suena pesado, pero le aseguramos que vale la pena el camino.
No se pierda nuestra próxima edición, donde hablaremos sobre las dos últimas glorietas de Paseo de la Reforma.
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