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Foto del escritorRedacción Relax

En honor a los ratones de laboratorio




Dentro de la jerga de la comunidad científica y de investigación biológica, existe el término ‘organismo modelo’, el cual se refiere a los animales que, debido a ciertas características anatómicas que poseen, sirven para estudiar fenómenos biológicos y genéticos, permitiéndole a los investigadores darse una amplia idea de cómo se desarrollarían dichos fenómenos en otros organismos o especies con características similares.


En la investigación médica y de la salud humana, incluyendo todas las disciplinas derivadas y relacionadas, desde hace siglos y hasta la fecha, los organismos modelo han sido muy utilizados para comprender la etiología y curso de las enfermedades y padecimientos, así como para encontrar y desarrollar métodos para prevenirlos –como las vacunas–, tratarlos y curarlos, entre otros objetivos, para el bienestar de las personas.


Los organismos modelo por excelencia en la investigación biomédica y la biología del desarrollo son el gusano C. elegans, la mosca de la fruta y el ratón. Este último es, quizá, el más arraigado en el pensamiento colectivo cuando hablamos de experimentación científica de laboratorio, sobre todo, la imagen de los ratoncillos blancos, con ojos rojos. Y es que estos roedores (Mus musculus) son el animal más empleado para estos fines, ya que más del 95 % de su genoma coincide con el de los seres humanos, además de que son pequeños y fáciles de manipular, tranquilos, poco agresivos y su período de gestación es de 20 días, lo que permite visualizar ciertos resultados con mayor velocidad.


Las ratas y ratones de laboratorio comenzaron a utilizarse de forma habitual para la prueba médica en 1903, de acuerdo con un artículo de ABC; sin embargo, ya se experimentaba con ellos desde el siglo XVII. En 1628, por ejemplo, el médico inglés William Harvey se valió de algunos ejemplares para investigar sobre la circulación de la sangre. Más tarde, en 1876, ‘ayudaron’ a Robert Koch a profundizar en la teoría microbiana de la enfermedad; y, de ahí, para el resto de la investigación médica en diferentes áreas.


La participación de los ratones de laboratorio y otros organismos modelo, en los últimos años, ha sido controversial y tema de debate. Por un lado, porque han permitido probar y perfeccionar medicamentos, tratamientos y otras tecnologías, asegurándose de que funcionan en ellos, antes de aplicarlas a los humanos, para no causarles un mal. Sin embargo, por otro lado, los métodos de experimentación, la mayoría de las veces, son demasiado crueles, pues someten a los animales a cierto grado de estrés, los enferman o los hacen mutar, entre otras dolencias, causándoles una muerte dolorosa e insensible; y aunque se diga que todo es en nombre y a favor de la ciencia, no deja de considerarse maltrato animal.


El artículo mencionado de ABC afirma que, según un estudio realizado en 2021, más de cien millones de ratas de laboratorio son sacrificadas cada año, tan sólo en Estados Unidos, debido a la investigación científica.


Como una manera de resaltar el importante papel que han desempeñado los ratones en el avance científico y de la medicina, pero, también, de reconocer que ha sido a costa de su sufrimiento, integridad, su salud y su derecho a la vida, estando a merced de la voluntad del ser humano, el Instituto de Citología y Genética de la Academia de Ciencias de Rusia, ubicado en la ciudad de Novosibirsk, en 2013, levantó, frente a la entrada del campus, una escultura de bronce,  con la forma de un ratón con lentes, que entreteje una cadena de ADN.


Pero las acciones para reivindicar a los ratones de laboratorio y otros organismos modelo no se quedan sólo en los homenajes a través de una estatua. La lucha en contra del uso de animales en la investigación científica inició desde la década de los 50, cuando los biólogos ingleses William Russell y R. L. Burch publicaron, en su libro The principles of humane experimental technique, el principio de las tres erres en la experimentación animal, en 1959, que habla ya acerca de la necesidad de buscar y aplicar estrategias que conlleven a reducir el uso y la cantidad de animales para la investigación, a reemplazar esa práctica con otras alternativas que no comprometan la vida animal, y a refinar los métodos de tratamiento y manipulación de los organismos modelo, en caso de ser necesario usarlos, con el fin de minimizar su dolor y su angustia.


En 1986, el Consejo Europeo aprobó el Convenio europeo para la protección de animales vertebrados destinados a la experimentación u otros fines científicos, que busca darle un trato más sensible y respetuoso a los animales que deban ser usados para la ciencia, con miras a una eliminación progresiva de este tipo de ensayos en el futuro.


En diciembre de 2022, el presidente estadounidense Joe Biden firmó la Ley de modernización 2.0, de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, que, si bien no prohíbe tal cual los ensayos científicos con animales, sí da la opción a los fabricantes de fármacos de que verifiquen y demuestren la seguridad y eficacia de sus productos a través de otros métodos alternativos, como la inteligencia artificial, los órganos en chips de microfluidos y los modelos de tejidos en miniatura.


Gracias al desarrollo tecnológico, que brinda nuevas alternativas para la investigación científica, ya sea médica o de cualquier otro campo, se podrán salvar muchas vidas animales.


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