Involucrar al espectador con el arte de una manera más profunda es la intención de esta modalidad, de mayor presencia en los últimos años, gracias a los recursos que ofrece la tecnología, permitiéndole experimentar una interesante propuesta que enriquece su percepción.
En ese tenor, el arte inmersivo es un vínculo entre el espectador y la obra, un medio a través del cual, la persona se sumerge en la pieza, integrándose a ella, con el afán de un encuentro.
Como parte de esta propuesta, que va un poco de la mano con las exposiciones digitales, juegan un papel importante ciertos elementos, como el sonido, la luz y las proyecciones en enormes pantallas, en pisos, techos, paredes, recovecos, etcétera, pues todo es parte de la atmósfera. En este caso, el artista trabaja con dos espacios, el diseñado digitalmente y el físico. En ocasiones, puede ayudarse de la realidad virtual, para prescindir del espacio físico, o recurrir a otras técnicas para usarlo, buscando el mismo resultado de generar un contexto muy especial.
La experiencia cobra sentido cuando el espectador observa la obra, en la cual las luces se encienden, se apagan, bajan su intensidad, mientras, en el techo, se dibujan formas que cambian de color, giran, parecen deslizarse hacia los muros, al suelo; después suben, se mueven a los lados, se amplían, disminuyen, etcétera. Pero, además, en dichas formas, también se refleja el espectador, pues su sombra ha quedado atrapada en ese mundo; todo ello, acompañado con una música de fondo.
Aprender, entretener e inspirarse
Ejemplo de estas muestras en nuestro país, en los últimos años, han sido las de Anish Kapoor, Vasili Kandinsky, Yayoi Kusama, y la de Leonardo Da Vinci, de quien se retomó su obra para hacer la representación inmersiva. Actualmente, en una carpa de la Ciudad de México, se está presentando Van Gogh Alive, the experience, que ha estado en más de 60 países.
Con más de 3 mil imágenes, la exposición transmite los pensamientos y sentimientos que tenía el artista mientras plasmaba su obra, así como sus modelos de inspiración y su estado de ánimo. Además, gracias al acercamiento y ampliación de los detalles en las pinceladas, el espectador puede percatarse de su técnica y su manejo del color.
Van Gogh Alive, the experience fue creada por la firma australiana Grande Experiences, que trabaja con la tecnología SENSORY4TM, un sistema envolvente con imágenes de calidad cinematográfica, que permite a los espectadores una singular apreciación, pues, ya sea estando de pie, sentados o caminando, pueden ver las imágenes desde cualquier ángulo, ya que son exhibidas por 50 proyectores de alta definición.
Así, cobran vida pinturas como La noche estrellada (1889), Terraza de café por la noche (1888); Los girasoles (1888) y El dormitorio en Árles (1888), entre las más importantes, acompañadas por piezas musicales de Vivaldi, de Bach, de Handel y de Yann Tiersen.
Por su parte, el público puede visitar el “cuarto infinito”, un espacio inspirado en Los girasoles, y, en el caso de El dormitorio en Árles, tomarse una foto en la proyección a tamaño real, como si se encontrara dentro de la habitación.
A principios de este año, y con el fin de atraer a los visitantes a los museos, Francia designó al Gran Palacio, ubicado en los Campos Elíseos, para montar este tipo de muestras inmersivas. Lo hizo primero con Salvador Dalí y con el arquitecto español Antoni Gaudí. Además, anunció su interés en llevarlas a otros países, motivada por el éxito que han tenido otros proyectos, atendiendo el hecho de que las muestras digitales atraen a visitantes menores de 25 años edad.
Importante es saber que el arte inmersivo no debe confundirse con el interactivo, ya que esta segunda modalidad está diseñada para que el público sea parte fundamental de la obra, pues cualquiera de sus movimientos es detectado por una pantalla, que, en respuesta, recreará colores y luces.
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