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Foto del escritorRedacción Relax

Fenómeno Maradona



El 25 de noviembre, el mundo del futbol tuvo una significativa baja: el gran Diego Armando Maradona murió a los 60 años de edad en la ciudad de Buenos Aires, Argentina; nota que causó revuelo en los medios de comunicación de todo el mundo. En la ciudad de Nápoles, al sur de Italia, donde se ama el futbol por sobre otros deportes, había llegado la pesadilla de la partida de “el Diego”, como le llamaban cariñosamente algunos. En medio de una atmósfera pesada, cientos de hinchas, olvidándose del confinamiento por coronavirus, salieron a manifestarse por la muerte del astro. Camino al estadio San Paolo, un reportero preguntó a un pequeño, que obviamente nunca lo vio jugar, pero acompañaba a su padre, ¿qué sentía en ese momento? – “Emoción, tristeza, no lo conocí, pero mi padre sí, y lo admiraba mucho… dicen que era grande…”, respondió el chico; sin duda, convencido de que se trataba de un héroe… Así nacen los mitos. El resto de la noche, la ciudad estalló en vítores, con luces pirotécnicas y aglomeraciones, y todo en honor de quien le dio gloria y alegría durante mucho tiempo, un sentimiento que Maradona muchas veces reconoció como la única satisfacción que sentía al jugar, y una ocupación que hubiera vuelto a tener, de haber nacido otra vez. Al otro lado del Atlántico, Buenos Aires vivía lo suyo. Las calles atiborradas de aficionados se volcaron con banderas, pósters y playeras del equipo albiceleste, cual porra entrando a La Bombonera, entre una atmósfera cabizbaja, pero también de euforia y rebeldía desenfrenada, tal como era el jugador que siempre portó el 10 en la cancha. Los inicios Diego Armando nació el 30 de octubre de 1960, en Villa Fiorito, un humilde barrio al noroeste de Buenos Aires, como el quinto de ocho hijos del matrimonio formado por Diego Maradona y Dalma Salvadora Franco, originarios de Esquina, una ciudad del sudoeste. Tenía ascendencia guaraní por parte de su padre y croata por su madre. Siempre tuvo fijación por el balompié, el cual practicaba en los llanos del lugar, con la concentración infantil del Argentinos Juniors, conocido como Los Cebollitas, desde que contaba con nueve años de edad. De ese tiempo data el sueño de participar en una Copa del Mundo y la insólita idea de ganarla, un anhelo, que conseguiría 17 años después. En 1976, fue contratado por Argentinos Juniors, club de la primera división, donde su talento en la cancha hizo que le apodaran “el Pibe de oro”, sin embargo, fue hasta 1979 cuando siendo capitán de éste, ganó el mundial Sub-20 en Japón.

Juego profesional La década de los 80 marcó un parteaguas en el progreso del jugador, cuando inició su inclusión en el Boca Juniors, uno de los grandes equipos de su país, con el que durante dos años jugó 40 partidos e hizo 28 goles. Para 1982, sin embargo, su participación en el Mundial de España no tuvo resultados halagadores, ante las altas expectativas que se tenían en la selección argentina, pues no llegó a semifinales, defraudando a los aficionados que esperaban algo del triunfo de 1978. Tras la Copa, el centrocampista fue traspasado al Barcelona, donde, por dos años tuvo ascensos y retrocesos, en parte propiciados por su salud, como la hepatitis que le fue detectada en diciembre de 1982 y una fractura en el tobillo izquierdo, en septiembre de 1983; por el marcaje que sufría constantemente de sus contrarios, y por su fuerte temperamento en el terreno de juego, lo cual derivó en el retiro de éste en varias ocasiones, como aquella memorable disputa a golpes que tuvo con Miguel Ángel Sola, del Athletic, el 5 de mayo de 1984, que le llevó a ser sancionado con tres meses sin jugar. Al finalizar su paso por el Barcelona, “el Pelusa”, como también era conocido gracias a su abundante cabellera, terminó con 58 partidos y 38 goles. Napoli, la gloria Tomando distancia con lo ocurrido en España,Maradona pasó a las filas del Società Sportiva Calcio Napoli (conocido como Napoli o Nápoles), en julio de 1984, el equipo con el que conquistó dos campeonatos: en 1987 y 1990; una Copa Italia, en 1987, una Copa UEFA, en 1989 y la SupercopaItaliana, en 1990; éxitos que lo catapultaron como héroe para los habitantes del lugar. Su estadística en este club, reporta 259 partidos con 115 anotaciones en total, la mayor entrega de su carrera como futbolista.


Por lo anterior, bastaron cinco años para que el Nápoles se consagrara como campeón, y de su mano. México 86, minutos históricos Tal era la efusividad de sentirse como en casa, que, ante la elección de Carlos Salvador Bilardo, Maradona volvió como capitán de la selección argentina para desempeñarse en el Mundial México 1986, disputado del 31 de mayo al 29 de junio de ese año. Fue en ese período que “el Crack” condujo al equipo, a ganar la Copa del Mundo ante Alemania, con un 3-2. No obstante este resultado, fue aquí donde tuvieron lugar dos de los sucesos más célebres de la historia de los mundiales, y sucedieron durante el partido de cuartos de final disputado entre Argentina e Inglaterra. El primer incidente, que derivó en un gol, conocido como la “Mano de Dios”, ocurrió aquel 22 de junio de 1986, en el minuto 51, cuando el empate aún era patente. Y es que “el 10” tomó el balón fuera del área y pudo pasarla a Jorge Valdano, sorteando a varios ingleses; el delantero intentó dirigirse a la cancha contraria, pero fue interceptado y empujado hacia atrás por Steve Hodge, quien intentaba despejar. Entonces, hizo su aparición Maradona, que ya dentro del área buscó la pelota y se encontró con el portero Peter Shilton, quien era más alto que él, y a modo de choque, la mano del argentino pasó cerca de la cabeza de Shilton, atinando a impactar el balón, que finalmente se estampó dentro de la portería. Ante la incertidumbre de unos segundos, Diego festejó jubiloso, y más aún cuando el gol fue validado. El árbitro en turno era el tunecino Ali Bennacer, quien ante la duda de si era un tiro a favor de los albicelestes, se apoyó con su segundo abanderado, para ratificar el disparo.

En su biografía Yo soy el Diego, Maradona reconocería: “Ahora sí puedo contar lo que en aquel momento no podía, lo que en aquel momento definí como ‘La mano de Dios’ … Qué mano de Dios, ¡fue la mano del Diego! Y fue como robarles la billetera a los ingleses también…” De estas declaraciones, años después reconocía: “Si pudiera viajar atrás y cambiar la historia, lo haría. Pero el gol sigue siendo el gol y no puedo cambiar la historia”.


La otra jugada, también conocida como “la Jugada de todos los tiempos” o el “Gol del siglo”, ocurrió minutos después de la controvertida “Mano de Dios”, pues aún siendo “escoltado” por cinco ingleses, que parecían acompañarlo hacia su portería, con el propósito de marcarlo o arrebatarle el balón, Maradona salió airoso a una súper velocidad que le pesó a los contrarios, pues logró anotar otro tanto, que llevaría a su selección a la victoria y a la semifinal. En el Mundial del 2002, a través de una votación de 341 mil 460 participantes de 150 países, llevada a cabo por la FIFAworldcup.com y una reconocida marca de cerveza, esta anotación fue destacada como el “Gol del siglo”. Más allá de lo deportivo, estos minutos para la historia significaron, una especie de venganza para los argentinos, quienes años atrás vivieron la derrota ante Inglaterra, en la Guerra de las Malvinas. Controversial y polémico, pero también humano Otros de los desempeños del jugador fueron como técnico, comentarista deportivo y presentador de televisión, y es que, a pesar de los escándalos y polémicas en torno a su vida, los argentinos lo admiraron siempre, e incluso en clubs de otros países se supervaloró su capacidad como entrenador. La fama conseguida por el carismático Maradona, aderezada por su humilde origen, su energía al jugar y el ascenso competitivo que lo llevó a triunfar muchas veces, le hizo ganarse a una afición que llegó a rendirle tributo como a un dios, incluso, refiriéndose al número de su camiseta como D1OS, una adoración que desafortunadamente no pudo contra sus demonios internos, pues desde antes de llegar al Nápoles, se perdió en parte, en el consumo de estupefacientes, un hábito contra el que no pudo luchar. Amén de haber sido tratado varias veces para dejar las drogas, Maradona recaía una y otra vez, de ahí que la pasión que sentía por el balompié y la necesidad de reivindicarse ante su afición, lo llevaron a reconocer el 10 de noviembre de 2001 en La Bombonera, al término de su partido de despedida como jugador: “yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”. Aún esta disculpa y su intento por cambiar, algunos de sus problemas cardíacos, se comenzaron a agudizar; el jugador se debatía entre problemas familiares que derivaron en su divorcio de Claudia Villafañe en 2003 y la separación de su amigo y representante, por 18 años,Guillermo Cóppola; ejemplos del tipo de dificultades que le acompañaron en las dos últimas décadas de su vida.


El astro procreó a Diego (34), junto con la italiana Cristiana Sinagra; a Dalma (33) y Giannina (31), con Villafañe; a Jana (24), con Valeria Sabalaín y a Diego Fernando (7), con Verónica Ojeda, su última pareja.


El pibe de oro, El Pelusa, El barrilete cósmico, el Diego, o simplemente Maradona, se ha ido tan público como fue su vida, desde que comenzó a patear un balón. A sólo unos días de su partida, y, no obstante, los disturbios que se suscitaron fuera de la Casa Rosada donde fue su sepelio, y en los alrededores, de la ciudad bonaerense, para darle el último adiós, hicieron más complicado el momento, pues se trataba de un mediático sepelio en medio de esta pandemia por coronavirus; nunca, nadie podrá olvidar la pasión que logró encender en sus fanáticos, quienes podrán ahora recordar, contar y hacer aún más grandes sus hazañas.



Hoy día, el San Paolo ha pasado a ser llamado Estadio Diego Armando Maradona, donde su recuerdo vivirá siempre, por haber dado mil alegrías. Ahí sus aficionados convirtieron un santuario en su honor refiriendo: “Nos hizo grandes. Fue único e irrepetible”.

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