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Foto del escritorRedacción Relax

Fuente de la eterna juventudDesde siempre, una búsqueda anhelada



Aunque existen pensamientos como el del escritor español Mateo Alemán: “La juventud no es un tiempo de la vida, es un estado del espíritu”, que define, en parte, que no importa la edad para tener vigor, sino la mentalidad, y que, pese a que éste se puede alcanzar en la madurez, la juventud tiene enormes ventajas y cualidades sólo por serlo; por ello, desde tiempos remotos, la humanidad ha buscado la fórmula mágica que le haga perdurar, aquella sustancia, elíxir o medicina que le permita conservar la lozanía y los atributos físicos de los primeros años. Ese ha sido uno de los primeros sueños, que ha llevado a hechiceros, magos y alquimistas a trabajar en la búsqueda de tal milagro.


Lo anterior llevó a las culturas de todos los confines a atribuir poderes curativos y rejuvenecedores a frutos, árboles, amuletos y diversos elíxires, entre los que se destacaba el agua. En ese sentido, las primeras versiones de estos mitos que se fueron cimentando en el Nuevo Mundo proceden precisamente de la época de los descubrimientos, sucedidos a raíz de los viajes que hicieron los navegantes europeos.


Uno de estos personajes fue el explorador español Juan Ponce de León (1460-1521), quien conquistó Puerto Rico en 1508 y descubrió la península de Florida1. A él se atribuyeron, después de su muerte, los intentos constantes por encontrar la ‘fuente de la eterna juventud’, un concepto o mito que refiere que ésta curaba y rejuvenecía a quien bebiera de sus aguas o se bañara en ellas. De lo anterior, se desprende que, definitivamente, uno de los elementos al que las culturas han atribuido poderes rehabilitadores es al agua.


Las de Babilonia, Egipto, India, Grecia y Roma son algunas de las culturas que legaron al mundo su devoción por deidades relacionadas con el vital líquido, dejando por sentado que sus virtudes eran divinas. Por ejemplo, Roma se conoce como la ciudad de las fuentes, ya que en ella se encontraban: la Fuente Lupercal, en la colina del monte Palatino; la Fuente de Picus, al pie del Aventino; las Fuentes Lautolae, la Fuente de Mercurio y la Fuente de Catus, en el centro de la ciudad, entre otras más.


Ponce de León fue muy citado por otros autores que escribieron relatos sobre el descubrimiento de América. Entre ellos, se hallaba Hernando de Escalante Fontaneda, con Memoria (1575), y el cronista Antonio de Herrera y Tordesillas (1549-1626), que en sus crónicas narra la incesante búsqueda que Ponce de León efectuaba de la ‘fuente de la eterna juventud’, sin embargo, Fontaneda deja en claro sus dudas respecto de estos hechos.


Por su parte, De Herrera, retomando estas versiones y dando paso a la imaginación desbordada, en su Historia General de los hechos de los Castellanos en las Islas y tierra firme del mar Océano (1601), afirmaba, convincente, cómo los caciques nativos visitaban frecuentemente la fuente: “Un frágil anciano se volvía tan completamente restaurado que podía reanudar ‘todos los ejercicios del hombre… tomar una nueva esposa y engendrar más hijos’”. No obstante, complementaba lo incierto de esta versión, afirmando que los españoles habían buscado en cada río, arroyo, estanque o lago de Florida sin encontrar nada.


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