Por Mtro Luis Javier Álvarez Alfeiran
Han pasado dos meses desde que la vida del mundo dio un giro repentino; la sociedad en todo el orbe fue obligada a encerrarse en su casa para vivir una cuarentena que, en el mejor de los casos, se duplicó en tiempo. Surgió entonces una nueva forma de convivencia, una que el ser humano había olvidado; las personas se toparon de frente y a tiempo completo con sus familiares más cercanos. Esposos y esposas se reencontraron compartiendo el tiempo y el espacio. Los padres con los hijos; aún los adolescentes, en esa edad de transición, no tuvieron otro camino que el de la coincidencia, y en él comprendieron también que sus vidas estaban más ligadas de lo que pensaban. Fenómenos como Tik Tok, que se pensaban que eran exclusivos de las nóveles generaciones, fueron irrumpidos por los mayores con absoluta aceptación.
En todas estas formas de relación, la gastronomía ha sido testigo silencioso pero constante. “Comiendo y bebiendo se hace y deshace la sociedad” dice Daniel Innerarity, catedrático de filosofía en el País Vasco, España. Desde sus orígenes la cocina reunía a las familias y comunidades alrededor del calor que producía el fuego; hoy día no parece ser diferente, en medio de nuestro encierro actual, cuya razón de ser es, –igual que en la prehistoria–, la supervivencia.
La cocina es “encuentro”, no tiene el mismo sentido en la soledad que con la compañía del otro. La cocina nos obliga, sin yugo alguno, a pensar en los demás; la cocina es aprendizaje y conocimiento pues, en el redescubrimiento de la relación auténtica con los demás, nos reconocemos a nosotros mismos.
La cocina no tiene que ver con el platillo que se prepara; la gastronomía no es por sí misma un escaparate de objetos organoléptica o estéticamente agradables; la gastronomía es en realidad lo que sucede en la mesa, las experiencias que se comparten, los alimentos que se gozan, los sentidos que se subliman.
La cuarentena nos ha llenado también de añoranzas, de recuerdos del tiempo con los amigos que, gozando quizás de una cerveza, dejaban atrás, entre carcajadas, los problemas del trabajo. La importancia de los restaurantes, los bares, comedores o loncherías, se hizo presente cuando se volvieron inalcanzables. El servicio a domicilio no logra a cubrir la experiencia de la convivencia con los demás. Nuestra esencia como personas ha despertado ante la carencia de tiempo con los que se hallan más allá del círculo íntimo familiar.
La cuarentena ha sido quizás, como analogía, similar a una dieta ante los excesos que la sociedad vivía, que nos hacían ver como positivo dedicar la vida a la actividad laboral dejando de lado a la familia y los amigos; el modelo de disponibilidad absoluta, ayudado por los medios digitales se agota, porque aleja al ser humano de la convivencia social, que es inherente a su naturaleza como persona. Pero las dietas se hacen para curar, para estar más saludables y sólo tienen sentido si se está dispuesto a cambiar los hábitos tóxicos. Después de la cuarentena debemos llegar a lo que han llamado “la nueva normalidad”, una realidad que debe entenderse no sólo en el ámbito de la salud sino en el del bienestar.
El término bienestar que ha llegado lamentablemente a politizarse un poco, en unidad e integralidad de la persona; es decir, la salud física, mental, emocional, espiritual y social. La sociedad debe alcanzar un equilibro en cada uno de sus individuos si quiere volver a florecer, debe madurar para ser más consciente de sus fortalezas y limitaciones; sólo en la medida en que lo logre, podrá vencer verdaderamente al COVID-19 no sólo en el ámbito de la medicina y la ciencia sino en lo social, en lo verdaderamente humanitario; con más fuerza, con renovados ímpetus, pero también con mayor inteligencia para enfrentar los grandes retos que la sociedad moderna conlleva y en donde todos somos parte y factor de cambio, sin importar color, condición económica, social, cultural o incluso edad.
Seguramente una nueva sociedad surgirá de la cuarentena y se seguirá reuniendo al calor de la cocina para hablar de las ideas que nos lleven a ser mejores.
Luis Javier Álvarez Alfeirán
twitter: @DirectorLCBMx
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