Un escritor que, aunque murió hace mucho tiempo, sus historias continúan deleitando a las nuevas generaciones
Es posible que esté familiarizado con el nombre de Hans Christian Andersen, más que por otra cosa, por su trabajo literario. Sus cuentos infantiles, como La sirenita, Pulgarcita, La princesa y el guisante, El soldadito de plomo y La reina de las nieves, son algunas de las historias con las que este escritor y poeta danés ha cautivado a niños, niñas y adultos de varias generaciones.
Expresiones que, hoy, son parte del imaginario colectivo, como “un patito feo” y “el traje nuevo del emperador”, han estado basadas en otros de sus cuentos, que llevan los mismos nombres. Además, sus historias, que han sido traducidas a más de 125 idiomas, han servido como fuente de inspiración para crear obras de ballet y teatro, así como películas.
Una vida precaria y llena de limitaciones
Hans Christian Andersen nació en Odense, Dinamarca, en 1805. Su padre, también llamado Hans, era zapatero, y su madre, Anne Marie Anderstatter, era una lavandera analfabeta. Aunque la familia tuvo problemas económicos, los padres de Andersen adoraban a su hijo; a su papá, en particular, se le atribuye haberlo introducido en la literatura, pues le leía los cuentos árabes de Las mil y una noches.
Se sabe que Hans era un joven disléxico, tímido, retraído y poco agraciado físicamente, razones por las que sufrió bullying desde que era un niño. Esto fue lo que lo llevó a mudarse a Copenhague, donde comenzó a escribir sus historias de fantasía.
Quería ser famoso y actuar, así que, en 1819, a los 14 años, acudió a varias audiciones al Teatro Real, con la esperanza de convertirse en actor. Intentó, sin éxito, cumplir su objetivo, sin embargo, su destino, pronto, cambiaría, ya que uno director de teatro, Jonas Collin, después de ver su talento para las historias y darse cuenta de que necesitaba ir a la escuela, financió su educación. Así, terminó sus estudios con un tutor privado y, luego, ingresó a la Universidad de Copenhague.
Su producción literaria
El primer escrito significativo de Andersen fue un cuento basado en sus propias experiencias en Copenhague, Un paseo desde el canal de Holmen a la punta este de la isla de Amager en los años 1828 y 1829. Si bien fue autopublicado, la historia llamó la atención de la gente y fue un éxito.
Posteriormente, continuó escribiendo y publicando poemas, diarios de viaje y escritos de ficción, incluidas obras de teatro, donde se combinaba su amor por el teatro y la escritura. En 1835, lanzó su primera novela, El improvisador, y el mismo año, se publicó su primera colección de cuentos, Cuentos de hadas contados para niños, en donde se incluyeron El yesquero, El pequeño Claus y el gran Claus, La princesa y el guisante y Las flores de la pequeña Ida. Le siguieron, rápidamente, dos volúmenes adicionales, en 1836 y 1837, bajo el nombre de Nuevos cuentos de hadas e historias, en los que se incluyeron relatos originales, como Pulgarcita y La sirenita. En total, se publicaron nueve volúmenes de este trabajo durante la vida de Andersen, que contienen más de 156 cuentos originales.
Si bien la mayoría de las historias del primer volumen tenía raíces en el folclore y en las leyendas danesas, en los volúmenes adicionales, el autor se basó más en otras tradiciones populares de países europeos, como Francia y Alemania.
También, escribió obras de teatro; su primer gran éxito como dramaturgo fue El mulato (1840), una crítica a la esclavitud que tenía lugar en aquel tiempo.
A pesar de ganar popularidad rápidamente, especialmente con sus cuentos, varios críticos no quedaron del todo impresionados con su estilo; algunos comentarios fueron mordaces ante su tono informal y la falta de una moraleja explícita. Aun así, para la mayoría, eran considerados revolucionarios y diferentes a todo lo que Dinamarca había visto antes.
Y es que, a diferencia de otros autores, como los hermanos Grimm, Andersen usó, como punto de partida, los cuentos populares daneses narrados oralmente y, luego, dejó volar su imaginación; todo esto, manteniendo el estilo folclórico. Sus cuentos también fueron innovadores, porque, en toda Europa, la literatura infantil estaba llena de mensajes morales estrictos, en lugar de escribir para el entretenimiento y hablar directamente de los sentimientos de los niños.
Historias de vida propia
Si bien su producción literaria es muy conocida, especialmente sus cuentos de hadas, pocos saben que muchos de éstos están basados en las propias batallas y experiencias del autor. Existe evidencia de que Andersen colocó a sus personajes en situaciones desesperadas y sin esperanza, para reflejar sus propios traumas personales, que incluyeron crecer en la pobreza, perder a su padre y tener que trabajar desde niño.
Por ejemplo, algunos estudiosos señalan que su experiencia, de pasar de una vida de pobreza a asistir a una escuela en la que estudiaba una élite pudiente, lo inspiró para crear la historia de La sirenita, donde ésta se mueve de su entorno acuático al mundo de los humanos.
Por otro lado, se cree que Andersen, al ser mayor que la muchos de sus compañeros de clase, tenía dificultades para adaptarse; esta experiencia pudo haber influido en el argumento de El patito feo, en el que un cisne bebé, que vive entre patitos, es condenado al destierro por su fealdad, pero, luego, crece y se convierte en un hermoso cisne, aún más bello que cualquiera de los patos que lo molestaban.
A manera de homenaje, la fecha de su nacimiento, el 12 de abril, se celebra el Día Internacional del Libro Infantil, destinado a inspirar a los pequeños a desarrollar el amor por la lectura. las, piezas musicales y teatrales, y una infinidad de películas.
Un tesoro nacional en Dinamarca
El gobierno danés declaró a Andersen como tesoro nacional cuando tenía más de 60 años, casi al mismo tiempo en que comenzó a mostrar síntomas del cáncer de hígado, que finalmente se cobraría su vida. Posteriormente, el gobierno le pagó un estipendio y comenzó a construir una estatua de él en el Jardín del Rey, en Copenhague, para conmemorar su cumpleaños número 70.
Más de un siglo después de su muerte, aún se pueden ver tributos al legado del escritor en su tierra natal, incluida una segunda estatua, en la calle que, actualmente, lleva su nombre (H. C. Andersens Boulevard), y una escultura de la Sirenita, en el muelle de Langelinie. Además, su casa de la infancia, en Odense, fue conservada y puede ser visitada, junto con un museo dedicado a su trabajo, en la misma ciudad.
Andersen no era ajeno a las fobias
Quizás, uno de sus mayores temores era ser enterrado vivo accidentalmente (tafofobia). Además de esto, le temía a los perros y solía llevar siempre una cuerda larga durante sus viajes, en caso de que tuviera que escapar de un incendio.
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