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Foto del escritorRedacción Relax

John Steinbeck, un rebelde genuino

Actualizado: 3 feb 2022



Gracias a que los sinsabores de la historia son citados en novelas y crónicas, entre otros géneros literarios, podemos conocer las razones que llevaron a sus protagonistas a vivir sus dramas, tragedias y luchas, pero, sobre todo, podemos hacerlo con la sensibilidad a flote, que nos despiertan las emociones del autor en cuestión.


Justamente, uno de esos narradores, entrañable para muchos, y criticado y desdeñado, para otros, es el norteamericano John Steinbeck, autor de obras como De hombres y ratones (1937), Las uvas de la ira (1939), La perla (1947) y Al este del edén (1952), entre otras, que fueron llevadas al cine.


Steinbeck nació el 27 de febrero de 1902, en Salinas, California. Era hijo de un contador, tesorero del Condado de Monterey, y de Olive Hamilton, de quien heredó el amor por la literatura, pues ella había sido maestra. Desde su infancia, quiso dedicarse a escribir, ya que disfrutaba tanto de historias como Le morte d’Arthur (La muerte de Arturo), de Sir Thomas Malory (c.1415-1471), compilación que, por cierto, dio lugar a la última obra que Steinbeck escribió, la cual, dejó sin concluir, Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros (1976), pues murió en diciembre de 1968.


Pero más allá de la ficción que lo acompañó durante su infancia y adolescencia, y de esas historias épicas, Steinbeck descubrió otros motivos para sus relatos, así que, durante los veranos que trabajó como jornalero rural o hasta tendero, cerca de su domicilio, conviviendo, en gran parte, con trabajadores de las granjas, muchos de ellos, inmigrantes, se percató de la difícil condición de vida de éstos.

Su preparación le permitió ingresar a la Universidad de Stanford, en la carrera de literatura inglesa, pero no concluyó su formación; así que, a los 23 años, se trasladó a Nueva York, donde, incluso, trabajó como albañil. En los años de la Gran Depresión, y ya casado, se fue a vivir a Pacific Grove, en Monterey, a una propiedad de su padre, donde, subsidiado por éste, empezó a escribir, aunque con las limitaciones económicas de aquel momento.


Sin demeritar el grueso de su obra, que fue acuñando a lo largo de su vida, sus viajes, ni, incluso, la adaptación de algunos de sus libros al cine, volvamos a ese episodio de su existencia, que fue el que inspiró su título más conocido y por el que obtuvo el Nobel de Literatura en 1962, no obstante la polémica que desató su premiación.


Las uvas de la ira tienen como contexto la gran crisis económica en los Estados Unidos, luego de la caída del mercado de valores, ocurrida en 1929. Describe cómo los pequeños productores agrícolas fueron expulsados de sus tierras, por cambios en las formas de explotación de éstas, teniendo que emigrar a California, cuya agricultura necesitaba de mano de obra durante la cosecha. Al respecto, el Comité del Premio Nobel emitió que había sido acreedor al galardón por su “escritura realista e imaginativa, combinando el humor simpático y la aguda percepción social”; y ante el descontento de muchos medios, que consideraron exagerada dicha exaltación de la obra, para el autor, fue una forma de denuncia, que sirvió para apreciar lo que ocurrió en uno de los ámbitos más golpeados por la crisis, y, sobre todo, fue la temática que daría razón a su estilo literario. El título esta citado en el séptimo lugar, dentro de los cien libros del siglo XX, por el diario francés Le monde. Vale la pena leerlo.


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