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La conexión entre el sentido del olfato y la memoria

Foto del escritor: Redacción RelaxRedacción Relax


El olfato juega un papel fundamental en nuestra percepción del entorno. Gracias a millones de receptores olfativos en la nariz, podemos identificar alimentos, detectar peligros y recordar momentos emocionales.

 

Este sentido es extraordinariamente potente: nuestros ojos pueden distinguir millones de colores y nuestros oídos varios cientos de miles de tonos, pero la nariz es capaz de detectar alrededor de un billón de olores, gracias a sus aproximadamente cuatrocientos tipos de receptores que procesan hasta cuarenta mil millones de moléculas olorosas.

 

Las variaciones en los receptores olfativos también son significativas. De los cuatrocientos genes que regulan estos receptores, existen más de novecientas mil variaciones. Esto significa que la percepción de un mismo aroma puede variar considerablemente entre individuos.

 

La mayoría de nosotros no podemos describir nuestras experiencias olfativas, a pesar de que un aroma puede evocar recuerdos mucho más intensos que una imagen o una melodía.

 

Los olores están profundamente vinculados a nuestras emociones, porque se procesan en áreas cerebrales que también gestionan nuestras vivencias emocionales. Un estudio de la Universidad Rockefeller en 2013, mostró que recordamos un 1 % de lo que tocamos, un 2 % de lo que oímos, un 5 % de lo que vemos, un 15 % de lo que probamos y un sorprendente 35 % de lo que olemos.

 

 

La percepción de los olores

El proceso olfativo comienza cuando las partículas aromáticas penetran en nuestras fosas nasales a través del aire aspirado y contactan con el epitelio olfativo donde millones de células traducen la información en señales eléctricas que viajan al cerebro. Inicialmente, estas señales pasan por el sistema límbico y el hipotálamo, regiones vinculadas a nuestras emociones y memoria, antes de llegar a la corteza cerebral, donde se identifican.

 

En los humanos, este tejido ocupa un área de unos diez centímetros cuadrados en el techo de la cavidad nasal y está formado por seis tipos distintos de células. Unas de ellas, las neuronas receptoras olfativas, son las responsables de la identificación de los olores. En su membrana poseen unas antenas microscópicas denominadas cilios donde se localizan los receptores olfatorios: las proteínas que detectan las partículas odorantes disueltas en el moco que recubre el epitelio. Para poder ser detectadas, además de volátiles, las partículas odoríferas deben estar presentes en una concentración suficiente, tener un tamaño adecuado y la capacidad de humedecerse.

 

En los humanos, entre diez y veinte millones de neuronas mandan impulsos nerviosos al bulbo olfatorio, situado en la parte más frontal del cerebro, donde en distintas microrregiones se procesan y codifican los olores. Cada olor produce un mapa de activación espacial distinto en el bulbo. Desde allí, la información se envía a la corteza cerebral, responsable de procesos como la consciencia, el pensamiento, las emociones, el razonamiento, el lenguaje y la memoria, y al sistema límbico, implicado en respuestas conductuales y emocionales.

 

El olfato es el único sentido que tiene vía directa hacia las áreas del cerebro implicadas en la memoria y las emociones. El resto de información sensorial, incluida la vista, el oído, el gusto, el tacto y el equilibrio, primero pasa por el tálamo, que actúa a modo de centralita, antes de llegar a la corteza cerebral. Pero el olfato se lo salta y en una o dos sinapsis da con la amígdala y el hipocampo.

 

Para los neurocientíficos, esto explicaría por qué los recuerdos desencadenados por los olores son más evocativos y más emotivos que los relacionados con otros estímulos. Normalmente, cuando olemos algo que nos conecta con el pasado, primero experimentamos una intensa emoción y luego recordamos; pero hay casos en los que somos incapaces de recuperar el recuerdo. Probablemente, esto ocurre porque el contexto es distinto al que había cuando por primera vez nuestro cerebro estableció la relación con ese olor.

 

Todos tenemos lo que se conoce como puntos ciegos olfativos, esto significa que hay fragancias que no podemos detectar y que nuestra percepción de los olores es individual.

 

Nuestro olor personal es singular y distintivo. Este rasgo está determinado genéticamente, influenciado por los mismos genes que configuran la estructura de nuestro cuerpo.

 

Los olores transmiten emociones

Nuestro sentido del olfato es tan agudo, que se ha demostrado que somos capaces de percibir emociones como el miedo, el asco, e incluso la alegría.

 

El sentido del olfato enriquece su experiencia del mundo que lo rodea. Los diferentes aromas pueden cambiar nuestro estado de ánimo, transportarlo a un recuerdo distante e incluso ayudarlo a crear lazos con sus seres queridos.

 

Alrededor de los 18 o 19 años, nuestro sentido del olfato es más agudo. A partir de esa etapa, comienza un gradual declive en su capacidad.

 

Durante la primavera y el verano, la humedad en el aire facilita la identificación de diferentes olores, en comparación con las estaciones más secas como el otoño y el invierno.

 

En el embarazo, muchas mujeres experimentan un aumento notable en su capacidad olfativa. Este fenómeno podría explicar los inusuales antojos alimentarios que a menudo se observan en esta etapa y el rechazo a ciertos olores que anteriormente no les molestaban.

 

Un estudio realizado en 2012 reveló que las señales olfativas se encuentran en nuestro sudor, lo que permite a los demás captar lo que sentimos en momentos de intensa emoción. Asimismo, las investigaciones demostraron que las mujeres tienen un sentido del olfato más afinado que los hombres, siendo capaces de identificar una mayor variedad de olores. Esto se atribuye al mayor desarrollo de la región orbital prefrontal en el cerebro femenino.

 

En 2004, Linda B. Buck y Richard Axel recibieron el premio Nobel de Fisiología o Medicina por descubrir los genes que codifican los distintos tipos de receptores olfatorios; uno de los grupos de genes más numerosos del genoma formado por aproximadamente unos 1.000 genes en los mamíferos.

La conexión directa entre olfato y memoria

Debido a que la información olfativa se envía a diferentes partes del cerebro, los olores pueden influir en muchos aspectos de nuestras vidas, como los recuerdos, el estado de ánimo y las emociones.

 

¿Alguna vez ha entrado en una habitación y ha sentido una intensa emoción porque un perfume le ha hecho recordar a una persona conocida? Un olor puede ser abrumadoramente nostálgico y desencadenar emociones y pensamientos antes incluso de que tengamos tiempo de procesarlos.

 

Se estima que la cantidad de olores que puede detectar una persona va de entre 10.000 y 100 mil millones, o incluso más. En la nariz tenemos diferentes combinaciones de células detectoras de olores, por lo que cada persona tiene una sensibilidad a los olores muy diferente. De hecho, cuando usted o yo olemos la misma cosa física, nuestras percepciones podrían ser muy diferentes.

 

El olfato también está estrechamente relacionado con la percepción del gusto. Masticar la comida libera aromas que viajan de la boca y la garganta a la nariz. Sin el olfato, sólo podríamos detectar 5 sabores básicos dulce, salado, amargo, ácido y umami. Pero nuestro cerebro incorpora información tanto de los receptores del gusto como del olfato, para crear la percepción de muchos sabores diferentes.

 

Algunas personas podrían pensar que han perdido el sentido del gusto si la comida les parece desabrida, pero, en realidad, lo que pueden haber perdido es su capacidad olfativa.

 

Muchas cosas pueden alterar el olfato, como por ejemplo, la nariz tapada, o incluso, ciertos medicamentos, como los antibióticos o las píldoras para la presión arterial. Estos efectos suelen ser temporales. Su olfato debería volver a la normalidad una vez que se haya recuperado o que suspenda los tratamientos.

 

Pero algunas cosas pueden provocar una pérdida del olfato duradera. Una lesión en la cabeza o un virus, por ejemplo, a veces pueden dañar los nervios relacionados con el olfato. Además, su capacidad olfativa puede disminuir naturalmente a medida que envejece.

 

El olor metálico sólo es olor corporal

Aunque juremos que percibimos un característico ‘olor metálico’ cuando tocamos una cubertería de acero, unas llaves o unas monedas, esta fragancia no se debe al metal. Cuerpos sólidos, como estos, no tienen olor. Entonces, ¿a qué se debe?

 

Investigadores americanos y alemanes descubrieron en 2006 que no es más que el olor que produce nuestro cuerpo al reaccionar cuando tocamos un objeto metálico.

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