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Este desafortunado episodio ocurrió del 9 al 19 de febrero de 1913, para derrocar a Madero de la presidencia; fue un período de diez días que marcó un punto de inflexión en la Revolución Mexicana y tuvo profundas consecuencias para el país, dejando cicatrices que perduran en la memoria colectiva.
Francisco I. Madero, quien había liderado el movimiento revolucionario contra la dictadura de Porfirio Díaz, había asumido la presidencia de México en 1911. Sin embargo, su administración enfrentó desafíos significativos; uno de ellos fue la figura del general Victoriano Huerta, quien conspiró contra Madero, conduciéndolo a su asesinato.
El suceso es un recordatorio sombrío de los retos que enfrenta una nación en busca de estabilidad y justicia. Aunque esos diez días fueron devastadores, también, alimentaron el fuego de la lucha por la libertad en México, contribuyendo a la construcción de una identidad nacional arraigada en la resistencia y la búsqueda constante de un futuro más justo.
Tras la caída de Madero, Huerta asumió la presidencia, pero su gobierno se encontró con una feroz oposición, lo que derivó en su renuncia, en 1914; luego, México transitó hacia una nueva fase de su historia, marcada por transformaciones políticas y sociales.