Hace un par de meses, se difundió el póster y el tráiler oficial del nuevo largometraje del director estadounidense Wes Anderson, el cual llegará a la pantalla grande el próximo 24 de julio. The French Dispatch of the Liberty, Kansas Evening Sun (2020) es el nombre completo de esta película que, de acuerdo a las primeras imágenes que se han publicado, promete tener el estilo tan inconfundible que ha consagrado a este director, como uno de los favoritos entre los cinéfilos contemporáneos que gozan del cine de autor.
Dicho prestigio ha sido otorgado por el público, en respuesta a la admiración que provoca la propuesta que Wes Anderson ha mostrado constantemente en su filmografía, por ello muchos críticos consideran que su fama vio la luz del éxito a partir de su segundo filme Rushmore (1998), debido a que desde entonces el artista manifestó las claves identificables que llevarían todas sus creaciones: lógico, una forma narrativa muy peculiar, con humor negro, drama y acción, pero a la vez con toques de ternura y delicadeza; y por supuesto su tan distintiva estética, que ejecuta con excelencia, pues cuida a detalle cada uno de los elementos involucrados cuadro por cuadro.
Ambos distintivos, además, están relacionados entre sí, es decir que la estética de sus películas también otorga significado a la historia y por tanto se vuelve un recurso más para construir y transmitir el universo diegético que observa y experimenta el espectador. Algunos han nombrado a esta técnica como obsesiva, casi neurótica, pero la mayoría la encuentra perfecta, de la talla de una obra de arte.
Las constantes de la ecuación
El método comienza con un argumento interesante… es el caso de su próximo estreno, denominado “una carta de amor al periodismo”, ya que consistirá en una secuencia de anécdotas publicadas en el último número de la revista The French Dispatch, la cual fue fundada y editada por un periodista estadounidense en una ciudad francesa del siglo XX.
Pese a que la trama del guion, escrito por el mismo Anderson, es ficticia, hay una clara referencia al mundo real; primero porque todo se desenvuelve en torno a la búsqueda de la libertad de expresión dentro del periodismo; y segundo porque también es una especie de homenaje a la redacción de The New Yorker, que sirvió como inspiración para crear a los personajes y premisas principales.
Tales protagonistas estarán interpretados por un multiestelar elenco al que todos los actores quieren pertenecer, sin embargo, la fórmula de Anderson es constante y por eso al menos los papeles principales están asegurados para Bill Murray, Owen Wilson, Adrien Brody y Tilda Swinton. No obstante, para esta ocasión la lista de artistas que participan en el nuevo filme, incluye a Frances McDormand, Jeffrey Wright, Benicio del Toro, Léa Seydoux, Timothée Chalamet, Lyna Khoudri, Stephen Park, Mathieu Amalric, Elisabeth Moss, Edward Norton y muchos más.
Después de tener una historia apasionante, Wes Anderson coordina cada pieza, personaje y escena con la belleza de una obra de teatro, de ahí la dramatización de los actos, la manera de proceder de los actores y la posición que ocupan dentro del espacio, que sería la escenografía encuadrada por las tomas; pero lo hace explotando todos los recursos posibles del séptimo arte, por lo que la “obra” se transforma hasta su punto máximo en un gran largometraje.
Entre los recursos que utiliza, independientemente de ser un filme animado o no, se encuentran el uso e importancia que tienen los vestuarios y la utilería para desarrollar la historia y para caracterizar a los personajes, pues es a través de estos elementos que se transmiten algunas de sus particularidades sin la necesidad de nombrarse, lo cual resultaría tedioso; en lugar de eso, sólo queda disfrutar y dejarse llevar o identificarse con ellos.
Aunque el hecho de reconocerse en los personajes de Anderson va más allá, ya que tiene que ver con la nostalgia que experimentan y el modo de reaccionar ante eso, lo cual los lleva a remediar y compensar una vivencia dolorosa justo con humor; también la dirección de la cámara, con composiciones simétricas, planos cenitales (perpendicular al suelo) y capturas lentas (slow motion), son recursos que manipula el director porque permiten simpatizar con los protagonistas, o bien crean tensión, mientras logran un estupendo balance entre la narración, la música y lo visual.
Por último, cada una de esas técnicas se mezcla con un elemento más, que hace resaltar entre muchas otras a la filmografía de Wes Anderson: la manera impecable y única con la que manipula el color.
La gama de colores que emplea se caracteriza por el uso de tonos sepia, junto a colores pasteles sobresaturados y tonalidades muy llamativas que contrastan y sobresalen, pero que en conjunto están cuidadosamente combinadas. Esto suele producir una sensación de fantasía, que determina a un universo pleno, nuevo y perfecto, por tanto extraño, pero al mismo tiempo sublime.
El resultado
La conjugación de esos elementos, que asimismo se acompañan con otros que parecen un tanto desapercibidos, como el modo de ordenar las cosas o el uso de una sola tipografía para el diseño de los títulos de sus películas y de cualquier componente textual que se manifiesta durante el filme, es lo que ha conformado a ese universo que ahora se reconoce como el mundo de Wes Anderson.
Es por eso y más, que The French Dispatch se ha convertido en una de las comedias más esperadas del año, ya que será otra oportunidad para acercarse a esta visión estética tan personal, que sólo es posible descubrir mediante las historias de uno de los mejores directores del momento.
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