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Foto del escritorRedacción Relax

La gran ola de Kanagawa



Ícono del arte japonés





La gran ola de Kanagawa es una estampa japonesa y es una de las obras de arte más famosas en todo el mundo. La pieza muestra, desde la perspectiva desde el mar, el monte Fuji en el horionte, siendo enmarcado, en primer plano, por una gran ola. El paisaje muestra un mar tormentoso, tres barcos y la montaña en cuestión, a lo lejos; esto llama la atención, ya que la pieza pertenece a una serie de estampas basadas en el monte Fuji como protagonista, sin embargo, aquí, éste se encuentra casi oculto, al igual que las tres barcas en el agua, siendo la ola la que gana total protagonismo; de ahí, el título de la obra.


Esta estampa es la primera pieza de tal serie, titulada Treinta y seis vistas del monte Fuji, la cual fue publicada entre 1831 y 1833, en Japón. El grabado está hecho con la técnica ukiyo-e (impresión en xilografía) y mide 25 por 37 centímetros.


El creador

Katsushika Hokusai, el autor de la obra, nació en el año 1760, en un distrito al este de Edo (hoy, Tokio), en Japón. Empezó a pintar desde los seis años de edad; a los doce, trabajó en una librería; a los dieciséis, se convirtió en aprendiz de grabador y, por tres años, desarrolló esta actividad. Fue por este tiempo que comenzó a hacer sus propias ilustraciones. A la edad de dieciocho años, fue aceptado como aprendiz de Katsukawa Shunshō, uno de los más grandes artistas de ukiyo-e de su tiempo. Con tan sólo un año de trabajar con él, Hokusai empezó a firmar sus primeros trabajos con el nombre de Shunrō, mismo que le otorgó su maestro, en 1779.


Después de la muerte de su mentor, Hokusai comenzó a estudiar, por su cuenta, distintos estilos japoneses y chinos, así como pinturas neerlandesas y francesas. En esta nueva etapa de su vida, se concentró en dibujar escenas de la vida diaria y paisajes. En 1800, publicó Vistas famosas de la capital del este y Ocho vistas de Edo, y fue por esta época que decidió quedarse con el nombre de Hokusai (a lo largo de su vida utilizó más de treinta seudónimos diferentes).


A pesar de que ya contaba con discípulos, su fama realmente se acrecentó cuando, en 1804, en un festival de Tokio, realizó un dibujo, de 240 metros cuadrados, del monje budista Daruma. No obstante, para 1812, empezó a tener problemas económicos, por lo que tuvo que publicar Lecciones rápidas de dibujo simplificado, y, para tener más alumnos, comenzó a viajar por Nagoya y Kioto. Fue hasta los primeros años de la década de 1830 cuando publicó su famosa serie Treinta y seis vistas del monte Fuji, trabajo que se volvió tan popular que tuvo que añadir diez estampas más.


Sus trabajos posteriores mostraban las vistas de puentes icónicos, famosas cataratas de diferentes provincias y más perspectivas del monte (Cien vistas del Fuji). Lamentablemente, la mayoría de sus obras se destruyeron cuando su estudio se incendió, en 1839. Hokusai falleció en 1849, a la edad de 89 años.


La gran ola

Como ya mencionamos, para realizar esta estampa, Hokusai utilizó la técnica tradicional japonesa de ukiyo-e. Para esto, en primer lugar, se tiene que realizar un boceto, con tinta en papel; en segundo, esa imagen se transfiere a un bloque de madera y se retiran todas las partes en blanco del papel; luego, se corta la madera, dejando el dibujo como una impresión en relieve sobre el bloque, como si fuera un sello; posteriormente, la plancha se entinta, para imprimir el grabado sobre otra superficie. Lo curioso es que no se talla todo el dibujo completo en una única plancha o sello, sino que se hace una para cada elemento de la imagen. De esta forma, cada plancha imprime, al menos, un color en el diseño final y, cuando se tienen todas, ya se puede imprimir secuencialmente en el papel, dando como resultado la pintura final, con todos sus colores.


Es por eso que se podían elaborar varias copias muy semejantes al dibujo original; sólo era cuestión de obtener la intensidad correcta de color, cada vez. Algunas de estas estampas llegaron a manos de coleccionistas europeos, y fue así que, en la década de 1870, la estampa ya era popular entre los artistas franceses.


Para La gran ola de Kanagawa, Hokusai usó varios bloques de madera, pues necesitaba imprimir diferentes colores para crear las sombras y los degradados. No obstante, los colores que resaltan más en el estampado son el verde, el marrón, el blanco y el azul. Este último, para ser más específicos, es el azul de Prusia, un pigmento que fue llevado a Japón, por los holandeses, y que rápidamente ganó popularidad entre los artistas nipones, pues notaron que daba tonos azulados más intensos y profundos.


Ese tono de azul es un emblema de la obra, pues, además de que Hokusai decidió elegirlo para representar el vivo color del océano, es una clara prueba de la influencia del arte occidental en el arte japonés.


Ahora bien, algo para considerar cuando se aprecie esta pintura es que el idioma japonés se lee de arriba para abajo, pero de derecha a izquierda, a diferencia de la lectura occidental, que es de izquierda a derecha. Este detalle puede hacer que nuestra perspectiva cambie a la hora de observar esta estampa, pues, para una persona occidental, la imagen da la sensación de que los pescadores se dirigen hacia el lado derecho, es decir, que ellos están intentado salir de ahí, tratando de huir de la ola, pues ésta los ha atrapado.


Sin embargo, un japonés, por su forma de leer, verá a los barcos provenir de la derecha de la imagen, cuya intención es ir hacia la izquierda; o sea, ellos van a la ola. Entonces, lo que vemos, en realidad, es a unos pescadores que, probablemente, han terminado de vender su pescado y van de regreso. Los tripulantes de la barca tienen que seguir por su ruta, sin importar que tengan que encarar la violencia de la ola. Bajo esa perspectiva, la estampa gana mucha más fuerza, pues retrata lo realmente amenazante que resulta ser el océano.


La primera vez que La gran ola de Kanagawa se imprimió, se realizaron unos mil ejemplares de ésta; pero, por la demanda, se siguió estampando, hasta producir unos 8 mil ejemplares. En 2022, se estableció que, a la fecha, sobreviven unas cien copias de esta pintura, de las cuales, algunas están en el Museo Nacional de Tokio, el Museo Ukiyo-e de Japón, el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles, el Museo Británico de Londres, el Museo del Impresionismo de Giverny, Francia; el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York; la Galería Arthur M. Sackler, de Washington D. C.; el Instituto de Arte de Chicago, el Museo Guimet y la Biblioteca Nacional de Francia, en París. Algunas colecciones privadas, como la Colección Gale, también, tienen copias de esta icónica obra de arte japonesa.

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