En 2017, fotos de cámaras trampa en el Parque Nacional Cantanhez de Guinea Bissau, revelaron varios chimpancés con terribles lesiones en la cara. La científica experta en conservación, Kimberley Hockings, estaba preocupada y envió un correo electrónico al veterinario de vida silvestre Fabian Leendertz. “NUNCA he visto esto en chimpancés”, respondió Leendertz, quien trabaja en el Instituto Robert Koch en Berlín. Unos meses después, vio una foto similar de su propio sitio de investigación en Costa de Marfil, a cientos de kilómetros de distancia.
Ahora, una nueva impresión preliminar de los dos investigadores da una respuesta sorprendente: los primates en ambos sitios de África occidental sufren de lepra, una enfermedad nunca antes documentada en chimpancés salvajes. Las cepas en cada parque parecen no estar relacionadas y es poco probable que provengan del contacto con humanos, argumentan los investigadores. El hallazgo podría indicar una fuente desconocida de lepra en la naturaleza y revelar nuevas pistas sobre una enfermedad aún misteriosa.
La lepra es una enfermedad antigua, pero sorprendentemente se sabe poco sobre dónde y cuándo surgió, o cómo se propaga exactamente. Sus manifestaciones, y el terrible estigma que acarrea, una vez afligió a millones de personas en todo el mundo. Pero después de que una combinación de antibióticos se convirtiera en la terapia estándar en la década de 1980, los casos se desplomaron y el interés científico disminuyó.
John Spencer, un inmunólogo que estudia la lepra en California State University, dice que cada vez existe mayor evidencia "de que Mycobacterium leprae no se limita únicamente a la existencia en humanos, sino que tiene otros nichos a los que se ha adaptado".
Anne Stone, genetista evolutiva de la Universidad Estatal de Arizona, sospecha que la bacteria de la lepra puede prosperar en otro reservorio, en parte debido al pequeño tamaño de su genoma y otras peculiaridades.
Por el momento, los chimpancés infectados parecen estar lidiando con su enfermedad, aunque uno está perdiendo peso, según señaló Hockings. Y tratarlos no es realmente una opción, ya que los seres humanos tienen que tomar antibióticos durante meses para contrarrestarla; y los investigadores señalan que “simplemente no se puede hacer eso con estos animales salvajes".
Por ahora, la enfermedad no parece poner en riesgo a los grupos en su conjunto, pero a final de cuentas se trata de una amenaza adicional a la caza furtiva, la pérdida de hábitat y otras enfermedades.
Fuente: www.sciencemag.org
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