Desde hace muchos siglos y siglos atrás, los juegos de azar han sido uno de los principales métodos de entretenimiento para la sociedad, aunque al principio sólo la nobleza tenía el privilegio de disfrutar de estos pasatiempos. Más tarde se volvieron tan populares y asequibles, que se adaptaron a las costumbres y creencias de cada cultura, por tanto se difundieron alrededor del mundo y sin distinción de clases, hasta llegar a la actualidad, en donde aún suelen acompañar los momentos de ocio, distracción, placer y desahogo.
Entre los más antiguos están las partidas de dados, debido a que en torno al año 2000 a. C., los egipcios contaban con un dado de seis caras tallado sobre hueso, mientras que en la India ya existían las reglas de este juego, que además corresponden a las primeras que se escribieron en la historia de los juegos de azar, vocablo que a propósito proviene del término árabe az-zahr, que precisamente significa dado.
Asimismo, los juegos de dados fueron el preámbulo para que en el siglo XVI se gestara lo que ahora conocemos como teoría de la probabilidad. Esto sucedió gracias a que Gerolamo Cardano, un médico italiano que tenía una gran afición por el juego, se planteó que la llamada buena suerte, tras tirar un par de seis, debía ser más que sólo suerte; así que examinó las jugadas por medio de procedimientos matemáticos, con el fin de calcular las posibles combinaciones que se obtienen a partir de dos dados que pueden aterrizar de 36 maneras diferentes.
Por otro lado, durante los juegos de azar es casi imprescindible que exista una apuesta entre los participantes, puede ser que uno de ellos venza sobre el otro, como en el caso del famoso cara o cruz, mejor conocido como volado y como águila o sol en nuestro país, o que el ganador reciba un beneficio mayor al invertido o que en todo caso lo pierda. Sea cual sea el resultado, ya sea por mera diversión o para recibir dinero, la práctica de apostar data del año 3000 a. C. en China, en donde también iniciaron las apuestas deportivas, que podían ser por peleas y carreras de hombres o de animales, las cuales tuvieron su esplendor con la llegada de los combates de gladiadores en el Imperio Romano, pues fue cuando las apuestas se convirtieron en negocio.
Por consiguiente, éstas han sobrevivido desde entonces, pasando por los torneos de caballeros de la Edad Media y por las carreras de caballos y galgos que se popularizaron durante 1780 en Inglaterra, sitio en el que se estableció la modalidad para apostar que aún se practica, es decir, la predicción de resultados, al igual que las primeras casas de apuestas.
Enfrentarse a la suerte
Otro tipo de juego de azar que requiere una aportación previa es la lotería, la cual ha perdurado en China mediante los billetes keno, que todavía se utilizan en sus casinos y corresponden a los que se usaron entre los años 205 y 187 a. C. Sin embargo, en la historia de la mayoría de las culturas se han instaurado loterías oficiales, muchas veces con la finalidad de recaudar dinero para cubrir los gastos de proyectos públicos, costear una guerra o ayudar a la beneficencia.
Es por eso que la lotería funciona como una concesión regulada por la ley de cada país, lo que al mismo tiempo significa que, por lo general, está prohibida la organización de juegos de lotería que no estén normalizados. Son cerca de 78 naciones las que cuentan hoy en día con varios sorteos de lotería, que comenzaron a tener cierta fama en la década de los 90, sobre todo por las grandes cantidades de dinero que anunciaban como premio.
Al igual que la compra y venta de billetes, la lotería que requiere de barajas y cartones contiene en sí misma el concepto de utilidad tan importante para la economía, ya que ejemplifica cómo una persona está dispuesta a arriesgar o pagar de forma constante una pequeña cantidad de dinero, aunque exista la mínima posibilidad de conseguir una ganancia superior. A esta premisa llegó el matemático Daniel Bernoulli, en 1738, que ahora encaja con la base fundamental para la industria de los seguros, pues es equiparable a los pequeños pagos que la mayoría prefiere hacer, en lugar de saldar una cuenta grande y pese a que el pago final incluso sea mayor.
Muy parecido al bingo, el origen de las loterías de barajas se remonta a un juego italiano, denominado lotto, que en 1400 era muy conocido y consistía en marcar cinco números de una baraja de 90 cartas, las cuales, además de los números, tenían asignada una imagen diferente. La versión italiana es el antecedente de la lotería mexicana que llegó a nuestro territorio a través de los españoles, no obstante, durante la colonización este pasatiempo era exclusivo de las clases altas.
Fue con la Guerra de Independencia que los tableros de lotería comenzaron a divulgarse sin restricciones, lo que a su vez permitió que las ilustraciones se modificaran con algunos elementos cotidianos. La versión que se conoce hasta ahora, es la que realizó el empresario francés Clemente Jacques, quien introdujo personajes como el valiente, el borracho y la catrina, y además estableció que el gallo fuera la primera carta, una coincidencia con el logo de su marca de alimentos enlatados. Aunque también existe otra versión llamada “campechana”, que retoma elementos del tarot como el sol, la luna y la muerte, y es común encontrarla mezclada con la iconografía que estableció Jacques.
Mostrarse con destreza
Tanto la fabricación del papel en el siglo II, así como el primer sistema de imprenta cerca de los años 1041-1048, que culminó con la invención de la imprenta moderna en 1450, permitieron que los juegos evolucionaran y se volvieran más complejos, ligeros, manejables y fáciles de transportar, por consiguiente, su circulación también se fue extendiendo.
Los primeros juegos de naipes fueron inventados en China como una consecuencia de la creación del papel y la técnica de estampado, pero su fin en inicio estaba más relacionado con la adivinación que con el entretenimiento, no obstante, pasó muy poco tiempo para que las barajas se hicieran populares y llegaran a Europa, en donde han existido desde hace más de 600 años. Las cartas más antiguas que se conocen son de 1390, se hallaron en Sevilla, España, y ya incluyen la simbología actual de sus naipes: espadas, bastos, oros y copas.
Al respecto, en 1781, Antoine Court de Gébelin asoció un estrato social de la Edad Media con cada uno de los palos, entonces las espadas corresponden a los nobles, las copas a los clérigos, los oros al comercio y los bastos a la agricultura. Distintivos que además se simplificaron con los íconos utilizados en la baraja francesa, que se ha usado desde el siglo XV, es decir, los bastos se transformaron en tréboles, los oros en diamantes, las copas en corazones y las espadas en picas, que pueden interpretarse como la representación de la punta de una lanza.
Entre esa transformación existe un paso intermedio que proviene de la baraja alemana, que apareció a mediados del siglo XIV y se compone de corazones en lugar de copas, campanas y no oros, bellotas por bastos y hojas como espadas. Por lo tanto, la evolución en la simbología de los naipes inició con la baraja española, se transformó con la alemana y se estableció con la versión francesa; pese a ello, la adaptación inglesa que incluye la figura del joker o comodín, es la más conocida y utilizada en el mundo.
Sobre el origen del póker, el juego de azar estrella de los casinos americanos, es probable que también fuera inventado por los chinos como una variante del dominó, o bien, que se desarrollara a partir de un juego persa para cinco jugadores, que se conocía como as nas, el cual contaba con una baraja de 25 naipes, divididos en cinco palos.
Asimismo, debido a que los franceses fundaron la ciudad de Nueva Orleans, Estados Unidos, en 1718, se considera que el juego francés poque es el precursor directo de lo que más tarde se establecería como el famoso póker que ha permanecido hasta la fecha y que ha sido estudiado en múltiples ocasiones, por las estrategias matemáticas y sociales que implica, derivándose en una rama específica de la ciencia, la teoría de juegos, que está relacionada con la economía, la biología evolutiva y la inteligencia artificial.
Lanzarse al azar
Entre los juegos típicos de los casinos está la ruleta, del diminutivo francés roulette, que ha permitido el desarrollo de los conceptos iniciales de la teoría del caos, y las máquinas tragamonedas, las cuales también han prevalecido por mucho tiempo y se han adaptado a las nuevas necesidades tecnológicas del público.
Fue en 1894 en San Francisco, California, cuando se construyó la primera máquina de juego de este tipo, Charles August Fey creó una fábrica especializada luego de lanzar la máquina 4-11-44, que se convirtió en un gran éxito. Poco después, ideó la máquina Card Bell, con tres rodillos y un sistema de pago automático, que además representaba la mano de un jugador de póker, y culminó sus invenciones con la famosa Liberty Bell, la cual incluye los tres rieles en los que giran diez símbolos diferentes, como campanas, estrellas y herraduras, que en 1909 se sustituyeron por primera vez con figuras de frutas, en relación a las primeras máquinas expendedoras de dulces.
En la actualidad, las variantes de las tragamonedas y de cada uno de estos juegos de azar son interminables, muy semejante a los tantos usuarios que asisten a alguna casa de apuestas, van a comprar un cachito, lanzan una moneda, juegan con sus números favoritos, echan las cartas, esperan a que la pelota se detenga o descargan una aplicación desde su celular.
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