Como parte de las medidas de prevención esenciales para retrasar la propagación del virus SARS-CoV-2, se ha extendido a la población el uso de tapabocas, no obstante, hay varias distinciones a considerar el momento de utilizarlos.
La mascarilla quirúrgica o de higiene es la más conocida y su función consiste en evitar el contacto de fluidos patógenos, principalmente, del personal de salud hacia los pacientes; es decir, que sirven como barrera, de adentro hacia afuera, conteniendo a los agentes infecciosos que miden de 3 a 8 micras (1 µm = 0.001 mm).
Este tipo de tapabocas incluye a las también llamadas mascarillas de higiene o de barrera, que están pensadas para las personas susceptibles de enfermarse, aunque no laboren en el sector médico. Por eso, en la actualidad, se ha aprobado que toda la población las utilice además de los pacientes con COVID-19, pues es indispensable que los individuos asintomáticos cuiden a las personas y en especial a los grupos más vulnerables, con el objetivo de controlar la transmisión del coronavirus.
Las dos variantes de cubrebocas se diferencian por el material con el que están hechas; las quirúrgicas están elaboradas con fibras que se unen a través de un proceso de soplado en fusión, en el cual se moldea un polímero a alta velocidad mediante gas. En cambio, las de higiene se fabrican con un tejido textil, comúnmente de algodón, por lo que también son denominadas como caseras; no están reguladas como producto sanitario, pero son una alternativa para disminuir el contagio, al funcionar como barrera de adentro hacia afuera, si su uso es el adecuado.
Las mascarillas de protección o respiradores que sirven a la inversa, de fuera hacia dentro, protegen al usuario de los riesgos ambientales (biológicos, citostáticos, fármacos u otros), ya que pueden filtrar partículas de hasta 0.6 micras dependiendo su diseño, el cual se elige de acuerdo a la toxicidad del entorno, la concentración de las partículas y el tiempo de exposición.
Por su porcentaje de filtrado, se clasifican en marcarillas FFP1 (efectividad mínima del 78%), FFP2 (92%) y FFP3 (98% de aerosoles de alta toxicidad). Los filtrantes FFP2 y FFP3 son los Equipos de Protección Individual recomendados para uso médico y, más en este momento en que hay escasez de materiales, están reservados para cuidarlos.
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