Hace 80 años, el 31 de julio de 1944, un avión P-38 Lightning, pilotado por Antoine de Saint-Exupéry, desapareció en el mar, poco después de despegar de una base militar en Bastia, Córcega, durante una misión de reconocimiento en plena Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, las circunstancias de su desaparición han quedado envueltas en misterio, sin que se haya logrado esclarecer, de manera definitiva, lo que ocurrió en aquel fatídico día.
De lo que sí se tiene certeza hoy en día es del legado literario inmortal que Saint-Exupéry dejó al mundo. Su obra más conocida, El principito (1943), sigue siendo un faro de sabiduría y ternura a lo largo de generaciones, así como motivo de reflexiones y múltiples análisis sobre la obra. En ella, una figura destaca con especial simbolismo: la rosa, un ser, en apariencia, frágil, pero profundamente significativo para el desarrollo de la historia. Más allá de su representación metafórica sobre el amor y el cuidado, la rosa es también un reflejo del vínculo del autor con Consuelo Suncín-Sandoval, su esposa, quien, se dice, inspiró la complejidad emocional que Saint-Exupéry plasmó en su escrito.
Escritora, artista y musa de El principito
Consuelo Suncín-Sandoval, nacida el 10 de abril de 1901, en Armenia, El Salvador, fue una destacada escritora, artista y académica. A lo largo de su carrera como escritora, Consuelo compartió una valiosa herencia literaria, incluyendo ensayos sobre temas sociales, además de una importante contribución al mundo académico y cultural. En 1951, se trasladó a Grasse, Francia, donde residió hasta su fallecimiento, en 1979. Fue en esta ciudad donde, en 2024, se le rindió un homenaje durante la quincuagésima edición del Festival de la Rosa, un evento anual dedicado a la cultura y el arte local. En su honor, se instaló una placa titulada El rosal de El principito.
Además de su legado literario, Consuelo dejó un importante conjunto de correspondencia y cartas, de las cuales se menciona que no todas llegaron a su destinatario. Éstas se hicieron públicas de manera póstuma, al igual que material inédito, como algunas fotografías y esbozos de Saint-Exupéry y Consuelo, lo que ha permitido reconstruir, de manera más profunda, su vida y la relación que compartieron; una relación marcada tanto por momentos de tensión y dificultades emocionales como por un vínculo de gran intensidad y cercanía. Algunos críticos y expertos han interpretado El principito, con un sentido alegórico de la vida de Saint-Exupéry, en donde se pueden encontrar ecos de su propia experiencia personal.
En su obra Memorias de la rosa, publicada veinte años después de su fallecimiento, Consuelo aborda, de manera franca, las complejidades y dificultades de su relación con Saint-Exupéry, otorgando una postura femenina, una nueva perspectiva y amplia reflexión a todo lo que respecta.
La rosa, en El principito, como es bien sabido, es representada con un carácter demandante, orgulloso y, a veces, caprichoso, semejanza al carácter que Consuelo reconocía en ella misma. Sin embargo, el autor también la presenta como un ser único e irremplazable para el protagonista, simbolizando el valor del amor intrínseco, como se expresa en la famosa frase: "Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante". Este amor, a pesar de ser complicado y, en ocasiones, doloroso, es insustituible para la vida del personaje, que se cree que podría reflejar la profunda conexión que existió entre Consuelo y Saint-Exupéry, manifestando la esencia de su relación y, por supuesto, la posible reinterpretación de la obra, de parte de sus lectores apasionados.
Saint-Exupéry escribió El principito durante la Segunda Guerra Mundial, después de regresar de una misión, en 1942. La aviación y los viajes fueron una constante en su vida, y sus vivencias en diversas partes del mundo dejaron una huella profunda en su obra. Antes de su relación con Saint-Exupéry, se especula, ya que no existe mucha información al respecto, que Consuelo tuvo un breve pero apasionado romance con el renombrado académico, filósofo y político mexicano José Vasconcelos, ya que lo conoció cuando ella residía en México, así como tuvo otras relaciones con intelectuales que también formaron parte de su vida. Sin embargo, fue su unión con Saint-Exupéry la que tuvo un impacto significativo, dando vida a la creación de El principito, dejando una huella permanente en la vida y obra del escritor.
Consuelo Suncín-Sandoval falleció en 1979, a los 78 años de edad, debido a un ataque de asma, según informes biográficos. Se menciona, también, que fue sepultada en el cementerio del Père Lachaise de París, junto a su segundo esposo, el escritor y diplomático guatemalteco Enrique Gómez Carrillo. Además, se dice que Consuelo, en sus últimos años de vida, estuvo bajo el cuidado de José Martínez, quien se convirtió, inicialmente, en su heredero universal, dando paso a las futuras publicaciones sobre su vida.
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