Este 27 de marzo, el mundo se quedó a oscuras, por una hora, en diversos puntos de su extensa geografía, sobre todo en aquellos pertenecientes a grandes ciudades, una acción que apuesta por el equilibrio de la naturaleza, con sus recursos animales y vegetales, acuáticos y terrestres, y, con ello, hacia la supervivencia humana. Y aunque sólo se trató de este breve tiempo, sin duda, significa una acción fundamental, especialmente en estos momentos.
Origen
Como medida para atraer la atención sobre el cambio climático, en los primeros años de este siglo, el Fondo Mundial para la Naturaleza, World Wide Fund for Nature (WWF, por sus siglas en inglés), tuvo la idea de promover una iniciativa a la que llamó The big flick (El gran golpe, en español), consistente en apagar las luces de grandes y emblemáticas edificaciones, como rascacielos, monumentos, puentes, enormes torres, entre otras, durante el estimado de una hora nocturna.
Fue así que WWF Australia llevó a cabo, por primera vez, La hora del Planeta, el 31 de marzo de 2007, a partir de las 19:30 horas locales.
Un año después, diversas construcciones de Estados Unidos como el Empire State, el puente Golden Gate, el Bank of America Plaza y la torre Space Needle; Table Mountain, en Sudáfrica; las Torres Petronas, en Malasia; la Casa de la Ópera de Sídney, y el Royal Liver Building, en Reino Unido; entre más de 20, se unieron a la iniciativa de apagar sus luces por ese lapso.
El 28 de marzo de 2020, el acto tuvo lugar entre las 20:30 y las 21:30 horas. Apagaron sus luces los monumentos mencionados y muchos más que se unieron a la causa, tanto negocios como hogares, y otros sectores de numerosas ciudades; pues más que nunca, el mundo pareció sensibilizarse ante la necesidad del cuidado del planeta, pero, además el evento se dio de forma virtual para evitar mayores contagios por coronavirus, con la participación de jóvenes de más de 180 países.
Cabe decir que, para esa fecha, ya muchos sitios se encontraban en confinamiento por la pandemia; lo que hizo notable un descenso en la actividad económica y social, y, con ello, se pudieron apreciar hábitats naturales y paisajes, como en mucho tiempo no se había hecho, con un claro descenso en su contaminación y con la deambulación de algunas especies animales en sitios más urbanizados.
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