En septiembre de 2014, debido a la presentación de Cheek to cheek, material en el que Tony Bennett y Lady Gaga acoplaron su talento vocal, ella comentó: “Tony me ha dicho que Frank Sinatra le cambió la vida cuando dijo ‘Juro por todo mi dinero que Tony Bennett es el mejor cantante del negocio’”. Y la cantante agregó: “Tony es mi Frank. Lo que él ha hecho por mí va a cambiar mi carrera para siempre. Yo, realmente, aprecio nuestra amistad”. Y así fue, porque, a partir de ese momento, el dueto se presentó en el mismo escenario en numerosas ocasiones, convirtiendo a cada una en algo memorable.
Al compartir su música y evocar el contexto de legendarias piezas, Bennett supo dejar un legado y pasó la estafeta a una de las voces más privilegiadas del pop de las últimas décadas, quien se ha afirmado como amante del jazz y ha podido cumplir uno de sus anhelos, al trabajar con él. Por ello, ahora que el artista ha anunciado el fin de sus presentaciones, la experiencia se vuelve aún más célebre. Más adelante, le mostramos algunos detalles acerca de ello.
Las razones del adiós
En agosto pasado, Danny Bennett, hijo del artista, y quien funge como su representante, compartió a una publicación, que su padre, de 95 años de edad, había sido diagnosticado con Alzheimer, y que, por prescripción médica, se retiraba de los escenarios, una actividad que desempeñó durante más de 60 años.
El crooner padecía esta enfermedad desde 2016, pero comenzó a mostrar síntomas hasta 2018, haciéndose evidentes durante la producción de Love for sale, en la que comparte con Gaga, y que se prolongó por dos años. Al respecto, su familia opina que se trató de un proceso “sumamente emocional”, debido a que, muchas veces, se le dificultó completar las piezas, lo cual denotaba el desgaste físico y el avance del trastorno, que, por supuesto, ya está siendo atendido.
Sus demás hijos, Joanna, Dae y Antonia, han reconocido que la actividad musical le ha servido como inspiración y motivo para sobrellevar la enfermedad y prolongar su vida, prueba de ello fueron los dos conciertos que, a principios del mes de agosto, se llevaron a cabo en el Music Hall de Nueva York, en los que compartió escenario con Gaga, con el espectáculo One last time, en el que tuvo un registro de voz muy bueno.
Testigo de una añorable época y dueño de un estilo inconfundible
Crooner deriva de croon, que, en inglés, significa cantar con dulzura o susurrar al oído. A Bennett se le considera uno de los últimos crooners más destacados de la centuria de 1900, debido a la manera en la que aprendió un estilo musical y lo desarrolló. Creció escuchando a figuras clásicas, como Bing Crosby, Judy Garland, Eddie Cantor y Al Jolson, quienes tuvieron gran auge en la televisión y la radio en las primeras décadas del siglo pasado, y Louis Armstrong y Jack Teagarden, íconos del jazz, por lo cual, versionaba sus piezas, además de las de Frank Sinatra, quien más tarde fuera su entrañable amigo.
El estilo crooner creció, en parte, gracias a la llegada de la amplificación y popularización de las grabaciones, con lo cual los intérpretes ya no se sentían obligados a proyectar la voz para ser escuchados, usando un registro más suave.
Emerger, caer, resurgir y consolidarse
Su nombre real es Anthony Dominick Benedetto, es originario de Astoria, Queens, Nueva York, y llegó al mundo el 3 de agosto de 1926. Sus padres eran el tendero italiano John Benedetto y la costurera norteamericana Anna Suraci, quienes provenían de Calabria, Italia. Tenía dos hermanos mayores, María y John Jr.
Tenía 10 años de edad cuando su padre murió, y, entonces, su vida cambió. En esa época, ya sentía atracción por el arte, en especial, por el canto; uno de sus tíos era bailarín de tap y fue una influencia para él. De ese tiempo, data su presentación ante el alcalde de Nueva York, en la inauguración del puente Triborough, hoy, conocido como puente Robert F. Kennedy.
Años después, mientras estudiaba en la High School of Industrial Art, en Manhattan, tuvo que suspender su preparación, para apoyar a su familia económicamente, así que comenzó a cantar en restaurantes de Queens, presentándose como Anthony Benedetto.
Uno de los primeros paréntesis en su carrera ocurrió en 1944, cuando fue enviado a combatir en Alemania, durante la Segunda Guerra Mundial, integrado a la 63.ª división de infantería; ahí, participaría en la liberación del campo de concentración de Landsberg. A su regreso, Anthony continuó cantando en establecimientos conocidos, hasta que fue descubierto por Pearl Bailey, una cantante y actriz de teatro, que, al escucharlo, se sorprendió gratamente y lo eligió para que trabajara como su telonero. Luego, conoció al actor Bob Hope, quien decidió darle una oportunidad, no sin antes sugerirle que cambiara de nombre, por otro más práctico; fue así como lo transformó en Tony Bennett.
El resto es historia, en los siguientes años, Tony acumuló grandes éxitos, con temas como: Because of you; Cold, cold heart; Rags to riches; Stranger in paradise; Blue velvet; The good life; I wanna be around; My favorite things; Fly me to the moon; The lady is a tramp; entre otros, y se posicionó como una de las figuras más aclamadas de aquella época, obteniendo dos premios Grammy en 1962, en las categorías de Grabación del año y Mejor interpretación vocal masculina, por I left my heart in San Francisco. Para esa época, sus presentaciones se asociaban a Las Vegas.
Pero no todo fue gloria, pues, antes de finalizar los años 60, el surgimiento del rock and roll, vino a apaciguar, en mucho, la devoción de los públicos por el jazz y, por consiguiente, la popularidad de la estrella, quien se negó a interpretar temas más juveniles, ante la insistencia del presidente de su disquera. Por si fuera poco, trabajó en la cinta El Óscar, sin obtener buenas críticas, y esto lo llevó a perder la confianza y a no actuar en décadas. Así, comenzó a consumir cocaína y, debido a ello, a tener problemas económicos.
Curiosamente, y después de varios traspiés, fue su hijo Danny quien lo impulsó a retomar su carrera, por lo que, a principios de los 80, se dio el resurgimiento. Bennett no cambió nada de su repertorio musical ni de su formal atuendo para presentarse, lo único que modificó fue que ya aceptaba compartir escenario con intérpretes reconocidos de todas latitudes, tanto del jazz, como Norah Jones o Michael Bublé, como de otros géneros y de épocas más recientes a la suya, como Amy Winehouse, John Mayer, Elton John, Bono (U2), Gloria Estefan, Thalía, Lady Gaga, etcétera.
Además de los dos que ya mencionamos, el artista obtuvo 17 premios Grammy más a lo largo de toda su carrera; asimismo, ganó dos Emmy y se hizo del nombramiento de NEA Jazz Master, otorgado por el Fondo Nacional de las Artes, y recibió la medalla Kennedy Center Honors en 2005; en tanto, se calcula que la venta de sus discos en el mundo asciende a 50 millones, aproximadamente; sin embargo, lo que resultó ser su máxima distinción fue el aplauso del público y el respeto por la época que representa. Por ello, aunque ya no se pare en un escenario, gracias a la grabación de las presentaciones que hizo, el eco de su voz se escuchará siempre.
Seguramente, su inspiración seguirá dando algunos frutos, pues ha sido semilla y cosecha de un estilo destinado a unos cuantos.
Vida personal
Tony se ha casado tres veces. La primera de ellas fue con Patricia Beech, de 1952 a 1965; con ella, tuvo a D’Andrea (1954) y a Daegal (1955). La segunda fue con Sandra Grant, cuyo matrimonio duró de 1971 a 1979, y con quien procreó a Joanna (1970) y a Antonia (1974); y la tercera fue en 2007, con Susan Crown, su actual esposa.
Volviendo a su última producción…
El pasado 1 de octubre, el lanzamiento de Love for sale, el sexagésimo primer álbum de la carrera de Bennett y el séptimo para Gaga, que incluye temas como I get a kick out of you o You‘re the top, entre otros, de jazz y pop tradicional, fue todo un acontecimiento en la industria musical.
En la destacada producción, figuran varios temas de Cole Porter, y ésta ha tenido, en su mayoría, una respuesta positiva por parte de la crítica; por ejemplo, The Telegraph ha subrayado la considerable brecha de edad que existe entre ambos artistas como, tal vez, la mayor que ha ocurrido en los dúos, reseñándolo de una manera casi poética: “Hay 60 años entre Bennett (95) y Gaga (35), y ciertamente se nota en la textura de sus voces, con el tono de roble de Bennett, lijado tan fino que se ha vuelto casi traslúcido, mientras que Gaga ronronea y se pavonea en tonos de terciopelo y miel”1, opinión que comunica la experiencia, un tanto agotada, del crooner y la potencia vocal de Gaga. Otros comentarios afirman que el trabajo ha sido un acertado cierre para él, y que, para ella, representa una alternativa musical muy valiosa, ya que, en el pop, encontró su máximo éxito.
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