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Sedentarismo y demencia


Una tóxica relación






El sedentarismo, definido como la falta de actividad física o el hábito de pasar mucho tiempo sentado, se ha relacionado con una serie de problemas de salud, tales como la obesidad, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes. Sin embargo, nuevas investigaciones han revelado que existe una conexión preocupante entre el sedentarismo y un riesgo elevado de padecer demencia, una enfermedad neurodegenerativa, que se caracteriza por un declive progresivo en las habilidades cognitivas, incluyendo la memoria, el pensamiento y el juicio.


Aunque la etiología de la demencia es multifactorial, así como existen diferentes tipos de demencias, de manera general, podemos identificar las primarias y las secundarias. En el primer grupo, encontramos aquellas que son ocasionadas por padecimientos degenerativos que afectan al sistema nervioso, como la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad por cuerpos de Lewy, la demencia fronto-temporal y la asociada al Parkinson. Las demencias secundarias son las que se producen por una enfermedad conocida, la cual puede ser de tipo vascular, inflamatorio, infeccioso, tumoral, traumático o endocrino-metabólico. Las demencias primarias se presentan con mayor frecuencia que las secundarias.


El cerebro es uno de los órganos más activos del cuerpo humano y necesita de un flujo constante de sangre rica en oxígeno, para funcionar correctamente. La actividad física regular ayuda a mantener este flujo sanguíneo y, también, puede estimular el crecimiento o el desarrollo de nuevas células cerebrales y conexiones neuronales. A medida que se envejece, el cerebro tiende a encogerse, pero las personas que practican ejercicio constante suelen tener un volumen cerebral mayor que las sedentarias.


En la Universidad del Sur de California (USC), en conjunto con la Universidad de Arizona, en Estados Unidos, se realizó un estudio en donde lograron demostrar que los adultos mayores de 60 años cuyo estilo de vida era mayormente sedentario, como ver televisión o conducir por muchas horas, pueden desarrollar demencia en mayor proporción que otras personas que tienen más actividades con movimiento.


Se encontró que el riesgo de demencia incrementa significativamente entre los adultos que pasan más de 10 horas al día con conductas sedentarias, como estar sentado. Este hallazgo es alarmante si se tiene en cuenta que el estadounidense promedio es sedentario durante unas 9.5 horas al día.


Los investigadores utilizaron datos del Biobanco del Reino Unido, el cual es una base de datos biomédicos, a gran escala, para investigar los posibles vínculos entre el sedentarismo y la demencia. Como parte del estudio, 100 mil adultos aceptaron llevar acelerómetros, dispositivos de muñeca, para medir el movimiento durante las 24 horas del día, por una semana. De todos los participantes, la investigación se centró en sólo 50 mil adultos mayores de 60 años que no tenían un diagnóstico previo de demencia.


Luego, los investigadores aplicaron un algoritmo de aprendizaje automático (machine learning), para analizar el gran conjunto de datos de lecturas del acelerómetro y, así, clasificar los comportamientos en función de las distintas intensidades de actividad física.


De los 50 mil adultos, a 414 se les diagnosticó demencia. Así, los científicos determinaron que el riesgo de demencia aumenta en un 8 %, con 10 horas de sedentarismo al día, y en un 63 %, con 12 horas al día, en comparación con 9.27 horas al día. Aquellos que registraron 15 horas de conducta sedentaria al día tenían más del triple de riesgo de demencia.


Anteriormente, se consideraba que la interrupción de los períodos sedentarios, con pequeños lapsos de actividad física, ayudaría a compensar algunos efectos negativos que el estar sentado tiene para la salud; sin embargo, en el estudio actual, se demostró que esto no es verdadero, pues el riesgo de demencia se elevó, incluso, si los participantes estuvieron sedentarios durante 10 horas ininterrumpidas o durante múltiples períodos, que en total sumaban las 10 horas al día.


Este estudio no examinó cómo los participantes pasaban ese tiempo sedentario, pero en investigaciones anteriores, se encontró que mirar la televisión se asociaba con un mayor riesgo de demencia en adultos mayores en comparación con trabajar en una computadora.


Pese a los resultados del estudio descrito, uno de los investigadores acotó que el número de casos de demencia fue bajo y que la categorización del comportamiento sedentario se basó en una semana de lecturas del acelerómetro. Aclaró que se necesita un estudio longitudinal, para determinar si los hallazgos perduran durante un período más largo.


Asimismo, es importante señalar que, en este estudio, de tipo observacional, no se establece una relación causal entre la inactividad y la función cognitiva, lo que podría significar que no se puede descartar la influencia de otros factores de riesgo de demencia, los cuales pueden verse exacerbados por el comportamiento sedentario.


De igual manera, dentro de la misma investigación, se dimensionó que algunos niveles de sedentarismo no se relacionan con la demencia. Hay que recordar que se observó que el riesgo de demencia empieza a aumentar rápidamente a partir de las 10 horas diarias de sedentarismo. Esto quiere decir que el tiempo total dedicado al sedentarismo tiene una relación directa entre el riesgo de demencia; entonces, niveles menores de comportamiento sedentario (por debajo de las 10 horas) no se asociaron a un mayor riesgo.


Con la información obtenida durante la investigación, podemos determinar que una jornada laboral de trabajo de oficina, que normalmente dura ocho horas, no significa un mayor riesgo de demencia, siempre y cuando se limite el tiempo de sedentarismo después de esto; es decir, que luego del horario de trabajo, se tengan conductas activas.


Finalmente, se puede decir que la investigación sugiere que llevar una vida activa puede ser una estrategia efectiva para reducir el riesgo de demencia. Sin embargo, es importante recordar que el ejercicio es sólo una pieza del rompecabezas para reducir el riesgo de demencia, ya que también intervienen otros factores, como una dieta saludable, mantenerse mentalmente activo y tener interacciones sociales regulares, ya que éstas ayudan a mantener nuestro cerebro saludable.

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