Hace tres décadas el gobierno sueco determinó que en sus billetes de 20 coronas apareciera el rostro de una mujer, una escritora muy importante para la historia de este país, cuya obra, cual plumas en el viento, se diseminó por todo el mundo, representando lo mejor de sus contextos, ella es Selma Ottilia Lovisa Lagerlöf, la maestra rural, que fue la primera mujer en obtener el Premio Nobel de Literatura en 1909, y quien abrió la puerta a otras para ser consideradas bajo esta distinción.
El siglo XX tenía casi una década de haber iniciado, y la obra de Lagerlöf ya ocupaba un lugar dentro de la literatura escandinava, aunque se hubiera abocado a a los 33 años de edad; y esto debido a que, no obstante, desde niña había disfrutado de bellas historias y relatos como los incluidos en la Biblia, y en las obras de Hans Christian Andersen, los Hermanos Grimm, Michael Bellman, Alexandre Dumas, Esaías Tegnér, y después en la adolescencia de los de William Shakespeare, Lord Byron y Johann Wolfgang von Goethe, y se había prometido que sería escritora, la vida le llevó a elegir una profesión que le permitiera mantenerse mediante un salario estable, ser docente.
Selma Lagerlöf nació el 20 de noviembre de 1858 en una provincia de Värmland, Suecia, en la familia formada por sus padres Elisabet Lovisa y Erik Gustaf Lagerlöf, y cuatro hermanos; Anna la mayor, murió de tuberculosis; Daniel, quien se convirtió en médico y se fue a vivir a Kungälv, y Johan, el varón mayor, con quien más conviviría y tendría mayor apego.
Al morir su padre, Johan se hizo responsable de la finca de Mårbacka, la residencia familiar en la municipalidad de Sunne, y en 1881 consiguió un préstamo para que Selma emprendiera sus estudios en Estocolmo, un hecho que, sin duda, ella agradecería toda la vida.
Fue así que a los 26 años de edad, guiada por el destino y los problemas económicos, Selma emprendió su trabajo como profesora en Landskrona, donde permanecería diez años, a la vez que seguía escribiendo.
Su primera obra, La saga de Gösta Berling (1891), fue todo un éxito y definió en gran parte, los atributos de su estilo literario. La historia tiene como inspiración la provincia de Värmland, donde una granja que está a punto de perderse en la ruina, es rescatada por “Los Caballeros de Ekeby”, frente al malévolo Sintram. El protagonista es Gösta, el valiente joven que consigue conquistar a la condesa Elizabeth, quien había sido abandonada por su esposo. El argumento de esta obra sería llevado al cine en 1924 por el director Mauritz Stiller, bajo el título La historia de Gösta Berling, en la que Greta Garbo tenía el papel estelar.
Cuatro años después publicó Lazos invisibles, una serie de relatos cortos, y posteriormente, vendrían mayores éxitos, lo cual aunado a las relaciones de amistad que Selma entabló con otras emprendedoras mujeres, marcó un nuevo rumbo: tomó la difícil decisión de abandonar su carrera de profesora para dedicarse de lleno a la literatura. Fue cuando a su vida entraron, la escritora Sophie Elkan, su alma gemela, con quien viajó por lejanas tierras como Jericó, el Mar Muerto, Haifa, Nazaret, Beirut, Damasco, Esmirna y Constantinopla, paisajes que sirvieron de contexto para su libro Jerusalén (1901-1902), y Sophie Adlersparre, una de las pioneras del movimiento por los derechos de la mujer en Suecia.
Aunque Selma tiene tiene una vasta producción de relatos y cuentos, otra de sus obras más conocidas es El viaje de Nils Holgggerson, un relato inspirado acaso en la obra de Rudyard Kipling (1865-1936), donde se observa el antropomorfismo usado por Walt Disney, en la segunda década del siglo XX, para animar sus producciones.
Esta obra de ficción, que sirvió como apoyo educativo en Suecia, fue un relato ilustrativo de la geografía de este país, y, por tanto, uno de sus mayores legados.
La gran deuda
En su discurso de agradecimiento en la ceremonia de premiación del Nobel, erigida en su país, al iniciar el siglo XX, Lagerlöf reconocía la soledad en que vivía previamente al encuentro, y evocó a su padre, quien en sus primeros años de vida, le leía las obras de Tegnér, de Runeberg y de Andersen, quienes le permitieron amar los cuentos, a su tierra, a los héroes y a su grandeza, y con quienes aseguraba, habría contraído una deuda, pero además, hacía extensiva el crédito a todas aquellas personas que habían pasado por Värmland, a quienes debía su existencia por haber formado parte de su poesía y su inspiración.
La autora evocó a los vagabundos errantes que visitaban la región, a los ancianos que sentados en sus chozas le hablaron alguna vez de seres acuáticos, de trols y de raptos de jóvenes, además de por supuesto, los monjes de quienes reconocía recibió todo lo que habían leído y escuchado, así que se decía en deuda por haber tomado temas de su gran acervo, pero amén de las personas, estaban la naturaleza y los animales, ya que Selma refería, le habían contado secretos.
Por último, la escritora evocaba que la deuda abarcaba también a quienes habían estudiado su idioma y a quienes la habían transmitido, y enumeraba sus grandes referencias de escritores y poetas escandinavos, particularmente suecos, algunos tan reconocidos como Helena Nyblom, Sophie Elkan y Erik Axel Karlfeldt, también Nobel de Literatura en 1931, entre otros, creadores. Por último, agradecía y sentía el compromiso con sus lectores, pues “qué hubiera sido de mí si no hubieran leído mis libros”, refería, e incluso se decía en compromiso tanto con los que le habían elogiado como con los que la habían criticado.
Y, en un apartado muy valioso, de su argumento, tuvo espacio para agradecer a su fiel amiga Sophie Adlersparre (1823-1895), protagonista del movimiento feminista sueco, quien de acuerdo a Lagerlöf, conocida con el seudónimo de Essselde, la impulsó para escribir en prosa, pues había leído parte de sus sonetos editados en una publicación femenina, y admiradora a su vez de otras feministas como Fredrika Bremer (1801-1865), verdaderas impulsoras de los derechos femeninos. El principal objetivo de Adlersparre y el activismo social que su revista reflejaba tenía que ver con la oportunidad de trabajo para las mujeres, con el fin de que éstas tuvieran mayor independencia.
Después de este discurso, Selma vivió 30 años más, su escritura fue prolífica, y también su empeño por ayudar a otros, particularmente a los intelectuales y pensadores acosados por la persecusión nazi, que derivaría en la Segunda Guerra Mundial. Incluso ante la agresión de la Unión Soviética contra Finlandia, ella donó su medalla de oro del Nobel para unir fondos para la resistencia finesa, quizá como agradecimiento por la predilección de su obra.
Fue en ese contexto donde la autora dijo adiós, pues un ataque cardíaco le produjo la muerte el 16 de marzo de 1940.
Comments